Honestidad es “ser”
“Que nunca te abandonen el amor y la verdad: llévalos siempre alrededor de tu cuello y escríbelos en el libro de tu corazón. Contarás con el favor de Dios y tendrás buena fama entre la gente” (Proverbios 3:3, 4, NVI).
La honestidad es un valor muy importante cuando se es niño, joven y adulto. Las personas honestas piensan antes de actuar, prefieren perder a la vista de los demás antes de cometer un acto deshonesto. Son incontables las veces que tendrás que enfrentar la tentación de hacer algo incorrecto. Por ejemplo, copiarte del examen de tu compañero para tener una mejor calificación, o quedarte con el lindo lápiz de tu amiga sin que ella se dé cuenta de cómo desapareció. Tal vez, para que tus nuevos amigos te acepten te dicen que tienes que sacar escondido un chocolate del negocio; o tu mamá te manda a comprar y el vendedor te da vuelto de más por equivocación, y tú justo necesitas ese dinero para comprar algo. Son infinitas las veces que serás probado y no siempre es fácil hacer lo correcto; es una real batalla entre el bien y el mal que se desarrolla en la mente.
Se dice que hace años, cuando la esclavitud existía en los Estados Unidos, un joven negro estaba en venta en un mercado de esclavos.
Un señor benévolo se acercó a él y le preguntó:
–Si yo te compro, ¿te portarás con honradez?
El muchacho repuso sinceramente:
–Seré honrado, me compre usted o no.
Exactamente de esto se trata la honestidad, no de lo que una persona “hace” sino de lo que “es”. ¿Eres tú un niño honesto en toda circunstancia?
En muchas ocasiones las personas honestas son recompensadas por sus actos heroicos como devolver a su dueño una billetera con dinero, o denunciar algo que perjudicará a muchos. Pero la verdad es que en otras ocasiones ser honesto no pareciera dar buenos resultados a corto plazo, como el caso que apareció en el año 1956 en el periódico Courier-Journal de Louisville, Kentucky, EE.UU. Allí se informó que un juez se juzgó a sí mismo, se sentenció a pagar una multa, y la pagó. Hizo esto ante su tribunal, procedió así porque sabía que la aplicación de la justicia debe ser imparcial, sin hacer “acepción de personas”.
Independientemente de que seas o no recompensado, sé honesto siempre, lleva la verdad siempre contigo. Dios lo ve todo, y él te recompensará en el cielo por haber ganado cada batalla.
Nina