Dos presidentes, una Unión
“…elijan ustedes mismos a quiénes van a servir […]. Por mi parte,mi familia y yo serviremos al Señor” (Josué 24:15, NVI).
¿Alguna vez te has postulado para un cargo electivo en la escuela, como el de representante de tu clase o presidente del cuerpo estudiantil? ¿Querías el puesto y tenías miedo de no conseguirlo? ¿Qué pasaría si, al concluir la votación, recibes la noticia de que has ganado la elección, pero que tu oponente ha reunido a una parte del cuerpo estudiantil y también lo han elegido presidente? ¿Suena extraño? Bueno, eso ocurrió una vez en la política estadounidense.
En 1860, Estados Unidos parecía estar al borde de la guerra civil. Los estados del Sur querían la esclavitud. De hecho, toda su economía se basaba en tener esclavos trabajando en sus plantaciones. Pero, los estados del Norte estaban en contra. El Sur decía que cada estado tenía que poder tomar sus propias decisiones (entre ellas, si permitía o no la esclavitud), independientemente del poder central, pues Estados Unidos era un país federal.
El Norte, liderado por los abolicionistas, decía que la esclavitud era moralmente incorrecta y quería que, desde la presidencia, se prohibiera en todos los estados. Nadie debía ser dueño de otro ser humano, en especial en un país que sostenía la igualdad de ante Dios. Y así, la diferencia de opiniones entre los estados del Norte y los del Sur se fue profundizando.
Cuando se celebraron las elecciones presidenciales de 1860, el tema más importante era el de los derechos de los estados, y parecía que el Norte iba a prevalecer. Por desgracia, los rumores políticos decían que, si Lincoln era elegido, el Sur se separarían de la Unión. ¡Ridículo! No podían hacerlo, ¿verdad? Pero, eso es exactamente lo que ocurrió. El 6 de noviembre de 1860, Abraham Lincoln fue elegido presidente y, en los meses que siguieron, once estados del Sur se separaron de la Unión. El 6 de noviembre de 1861, Jefferson Davis fue elegido presidente de los Estados Confederados de América. Davis había sido nombrado presidente provisional en febrero de 1861 y, en abril de ese año, había estallado la Guerra civil. Eran tiempos terribles.
Dependiendo de las convicciones de cada uno, un hermano se enfrentaba literalmente a otro; o en una batalla, uno podía encontrarse cara a cara con sus amigos o vecinos, pero en bandos opuestos. Esa época de conflicto abierto dividió al país en dos y acabó costando la vida de medio millón de hombres.
Cada día de nuestra vida tenemos que tomar decisiones. Y al igual que la elección de 1860, algunas decisiones marcarán el curso de nuestra vida de una manera que puede ser imposible de revertir. Al igual que Josué, tenemos que tomar buenas decisiones que mantengan a Dios en el centro de todo.