“Transformados de gloria en gloria”
“Somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen. por la acción del Espíritu del Señor» (2 Corintios 3:18).
La psicóloga Olga Chelnokova afirma que nosotros «sentimos curiosidad por los rostros de los demás; porque en ellos leemos sus historias y evaluamos su valor estético». De acuerdo con su investigación doctoral, el sistema visual humano es capaz de dirigir toda la atención a los aspectos más sobresalientes de un rostro (los ojos, la nariz, las mejillas…). «La importancia de los ojos en nuestra evaluación de los demás -agrega- está bien documentada. Por ejemplo, es difícil reconocer a alguien si sus ojos están ocultos, mientras que si alguien nos está mintiendo, a menudo podemos verlo en sus ojos» 5 El estudio también reveló que mirar un rostro hermoso produce cambios en nosotros y nos proporciona una grata sensación de placer.
El salmista dijo: “Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo» (Sal. 27:4, NVI). David era consciente del poder que ejerce sobre nosotros mirar un rostro hermoso, por eso su mayor empeño era mirar el rostro más hermoso del universo: el de Dios.
Quizá te preguntes: “¿Cómo puedo contemplar la hermosura del Señor?» Cabe destacar que el vocablo hebreo nóam: traducido como “hermosura» en el Salmo 27:4. también significa “luz» (ver Sal. 90:17), “gracia» (ver Zac. 11:7), “limpio» (ver Prov. 15:26) y “suave» (ver Prov. 16:24). En todos los pasajes, nóam alude a cualidades propias del Señor y de sus seguidores. Es decir, la hermosura del Señor radica en sus rasgos de carácter. Su belleza lo hace “distinguido entre diez mil” (Cant. 5:10). Como el salmista, podemos mirar a Cristo y decirle: “Eres el más hermoso» (Sal. 45:2).
Esa contemplación de la belleza divina surtirá un efecto transformador en nosotros: “Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor (2 Cor. 3:18).
Que “contemplar la hermosura del Señor” sea nuestro mayor deleite, para que él pueda ir transformándonos en su misma imagen. ¿No te parecería glorioso tener rasgos de carácter similares a los suyos?
5 “Why we look at pretty faces” [¿Por qué miramos rostros hermosos?], Departamento de Psicología de la Universdad de Oslo (UiO SV, 4 de noviembre de 2015).