Domingo 10 de Octubre de 2021 | Matutina para Adolescentes | El fugitivo inocente – parte 2

El fugitivo inocente – parte 2

“¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, pues yo no soy mejor que mis padres!” (1 Rey. 19:4).

Todo quedó carbonizado y humeando. Elías había propinado un golpe decisivo. Además, comenzó a llover, tal como Elías había pedido. Dios le dio poder para correr hasta alcanzar el veloz carruaje del rey Acab, en una impresionante descarga de adrenalina. Pero luego Acab le contó a Elías que Jezabel había asesinado a todos los profetas de Dios; y un mensajero le dijo que Jezabel había prometido que Elías sufriría el mismo destino que sus profetas. Así que, a pesar del fuego celestial y de todo lo que había presenciado ese día, que testificaba que Dios estaba con él, Elías se asustó. Entonces, emprendió una travesía de cuarenta días al desierto y se instaló en una cueva en el monte Sinaí. Allí, el héroe vencedor del monte Carmelo terminó de alguna manera… refunfuñando.

La ruta que tomó fue prácticamente la misma ruta que los israelitas tomaron a través del desierto, desde Sinaí hasta Canaán, solo que a la inversa. Había ido donde Acab y Jezabel no podían tocarlo, pero también donde Dios no podía utilizarlo como bendición.

Entonces Dios le habló, haciendo uso de sus célebres preguntas retóricas del tipo: “¿Eres un hombre o una gallina?” Le dijo: “¿Qué haces ahí, Elías?” Elías saltó de entre las rocas donde se encontraba descansando y gritó hacia la ladera de la montaña. Su eco resonó por todo el lugar. “He sentido mucho celo por ti, Señor, Dios todopoderoso, porque los israelitas han abandonado tu alianza y derrumbado tus altares, y a filo de espada han matado a tus profetas. Solo yo he quedado, y me andan buscando para quitarme la vida” (1 Rey. 19:14).

La voz dijo: “Sal y preséntate ante mí en la montaña, porque estoy a punto de pasar por allí” (vers. 11, NVI). En ese momento, pasó un viento que destrozó las rocas, pero no era Dios. Un terremoto luego puso a Elías a surfear, pero no era Dios. Luego un incendio amenazó con consumirlo, pero tampoco era Dios. Entonces, Elías escuchó el inconfundible sonido de Dios susurrando a través del silencio. Algunas versiones de la Biblia lo traducen como “un sonido suave y delicado”, otras como “un suave murmullo”. Me pregunto si podría describirse mejor como “un suspiro”.

Entonces, Dios le dijo: “Anda”. Dios tenía reyes que Elías debía consagrar, un nuevo profeta al que debía llamar, y siete mil israelitas fieles que lo respaldarían.

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