El poder protector de Dios
“El faraón mandó a ver el ganado de Israel, y resultó que ningún animal había muerto. Sin embargo, se puso terco y no dejó ir a los israelitas” (Éxodo 9:7).
Dios protegió a su pueblo de las últimas plagas, y lo hizo de una manera milagrosa. Así, demostró el pacto que había establecido años atrás con Abraham, Isaac y Jacob. La cantidad de moscas que hubo en Egipto fue increíble, pero no hubo ni una sola en Gosén, la región de los israelitas. Lo mismo sucedió con muchas de las otras catástrofes. Por lo tanto, el Faraón no podía atribuir la plaga a un efecto climático.
Aunque Israel vivía en Egipto, vivían separados. No solo vivían distanciados físicamente, también estaban separados en las costumbres, las ideas, los dioses y la conducta en general. Dios siempre diferenció entre dos grupos: los que lo obedecían y los que no lo obedecían. Fíjate en lo que dicen los siguientes versículos:
“Donde vivían los israelitas, no cayó un solo granizo” (9:26).
“Durante tres días, nadie podía ver a su vecino ni moverse de su lugar. En cambio, en todas las casas de los israelitas había luz” (10:23).
“Para que sepan ustedes que el Señor hace diferencia entre egipcios e israelitas, ni siquiera le ladrarán los perros a ningún hombre o animal de los israelitas” (11:7).
Jesús dijo que nosotros estamos en el mundo, pero no somos del mundo (Juan 17:14-16). Es decir, no compartimos muchas ideas o costumbres que hoy están de moda. ¿Se te ocurre algún ejemplo de una costumbre común que Dios no aprueba?
Los egipcios dijeron que Dios, con su mano, envió las plagas (8:19). ¿Cuántas cosas podrías hacer con la fuerza de tu mano? No muchas, ¿cierto? Dios es tan fuerte y poderoso que con solo la fuerza de un dedo puede controlar el clima y proteger a sus hijos. A lo largo de la Biblia, muchos textos muestran que Dios hizo grandes obras con la fuerza de su dedo: la Ley, la Creación y la expulsión del mal (Éxo. 31:18; Sal. 8:3; Luc. 11:20).