Nueva oportunidad
“Ustedes buscan a Jesús el nazareno, el que fue crucificado. ¡Ha resucitado! No está aquí. Miren el lugar donde lo pusieron. Pero vayan a decirles a los discípulos y a Pedro: ‘Él va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán, tal como les dijo’ ” (Marcos 16:6, 7, NVI).
Por lo menos dos razones tenía Pedro para sentirse muy mal mientras nuestro Señor descansaba en la tumba. Una, por haberlo negado. La otra, por haber huido junto a los demás discípulos la noche en la que Jesús fue apresado.
¿No había dicho Pedro que aunque todos los demás se escandalizaran del Señor, él nunca lo haría? Sí lo había dicho, pero cuando llegó la hora de la prueba, no solo negó conocer a Jesús, sino también fue él quien propuso que se salvasen a sí mismos.
Muy amarga debió haber sido la copa que Pedro bebió durante esos días de incertidumbre. ¿Habría perdón para él? Pero entonces sucede lo inimaginable: el primer día de la semana varias mujeres regresan del sepulcro anunciando que el Señor ha resucitado. La noticia es, para los discípulos, demasiado buena para ser verdad. De hecho, a ellos les parece que es una locura, y no creen (Luc. 24:11). Pedro, en cambio, sale corriendo al sepulcro. ¿Por qué corre? ¿Acaso hay otra oportunidad para él?
¡Claro que sí! Tal como lo indica nuestro texto para hoy, cuando las mujeres llegaron al sepulcro vacío, un ángel les dijo que no se asustaran, por cuanto Jesús había resucitado; y les encargó dar las buenas nuevas a los discípulos… y a Pedro (Mar. 16:7).
¿Por qué a Pedro? Porque de todos los discípulos, era él quien más estaba sufriendo, por haber traicionado a Jesús públicamente. “Díganle a Pedro que ha sido perdonado”, fue básicamente el mensaje que el ángel encargó a las mujeres. Algo así como: “Díganle que cierre ese capítulo oscuro de su vida, porque hoy el tendrá una nueva oportunidad”.
Una de las primeras cosas que el Salvador resucitado realizó fue asegurar a Pedro que su pecado había sido perdonado. Hoy Jesús quiere que tú y yo también sepamos que “en él tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Efe. 1:7). Es decir, una nueva oportunidad para escribir en la historia de nuestra vida una nueva página que glorifique su nombre.
¿No es esto supremamente maravilloso?
Gracias, bendito Jesús, por el perdón de mis pecados, y porque hoy tengo una nueva oportunidad de exaltar tu nombre.
Gracias por la reflexión