Soldado desconocido
“Y le dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuandovengas en tu reino” (Lucas 23:42, RVR).
¿Te has sentido alguna vez como un don nadie? Espero que no. Nadie debería sentirse así. Pero, tristemente, durante miles de años, han muerto en las guerras, y lejos de casa, muchos “don nadie” de quienes nadie sabía siquiera su nombre. Sus familias nunca supieron cómo murieron o dónde fueron enterrados.
Durante la Guerra de la Independencia de Estados Unidos, tanto soldados británicos como alemanes murieron luchando y están enterrados en suelo americano en tumbas sin nombre. Solo Dios conoce sus nombres.
Esto volvió a ocurrir durante la Primera Guerra Mundial. Los soldados estadounidenses entregaron valientemente su vida pero, al estar tan lejos de casa, nadie pudo identificar sus restos. Más de 77.000 soldados estadounidenses murieron a lo largo del frente occidental de la guerra, y la mayoría de sus cuerpos nunca regresaron a su país. Con tantos muertos en un mismo lugar, había que enterrarlos a toda prisa antes de que se descompusieran los cuerpos. ¡Qué sacrificio hicieron! Qué tristeza pagar con sus vidas y no recibir ningún reconocimiento por ello.
Entonces, alguien tuvo la idea de hacer un monumento en honor a todos los soldados que murieron en la Primera Guerra Mundial y que no pudieron ser identificados. El 23 de octubre de 1921, en la ciudad francesa de Chalons-sur-Marne, un oficial estadounidense eligió el cuerpo de un soldado desconocido para honrar simbólicamente a todos esos miles que habían muerto. Nadie sabía el nombre del soldado. No llevaba ninguna placa que indicara su nombre o su rango. Y nadie sabía la fecha de su muerte. Hoy ese soldado está enterrado en la Tumba del Soldado Desconocido en el Cementerio Nacional de Arlington, cerca de Washington D. C. Ese soldado es el hijo de todos, el hermano de todos. Esa tumba representa a todos los soldados estadounidenses que han muerto por la causa de la libertad.
Jesús murió hace casi 2.000 años por una causa mucho más grande que una guerra mundial. Murió para salvar de sus pecados a todas las personas de todos los tiempos. Jesús fue enterrado en una tumba prestada y, maravilla de maravillas, se levantó de la tumba. Nadie sabe exactamente dónde fue enterrado Jesús.
Los guías turísticos te llevarán a una tumba que se asemeja a la típica tumba en la que podría haber sido enterrado Jesús, pero el sitio real se ha perdido en las brumas del tiempo. Pero eso no importa. Jesús dio su vida para que tú y yo no tuviéramos que morir y quedar enterrados por la eternidad en tumbas sin nombre. Como al ladrón en la cruz, se nos promete: “Estarás conmigo en el paraíso”.