Domingo 24 de Octubre de 2021 | Matutina para Mujeres | La sabiduría emocional – I

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La sabiduría emocional – I

“El que aprende y pone en práctica lo aprendido, se estima a sí mismo y prospera” (Prov. 19:8).

La sabiduría emocional es la que podemos cultivar aprendiendo a manejar nuestras emociones, sin permitir que sean ellas las que nos manejen a nosotras. Muchas mujeres culpan a sus cambios hormona­les por su mal humor, su tristeza, su desánimo, su cansancio, su enojo y su irritabilidad; ¡esta parece ser la excusa perfecta! Pero lo que en realidad suce­de es que falta esa decisión de hacernos responsables de lo que sentimos. No podemos cambiar aquello que no reconocemos; ¿qué te parece si reconoce­mos abiertamente, aunque solo sea ante nosotras mismas y ante Dios, que necesitamos aprender a desarrollar la sabiduría emocional?

La sabiduría emocional es la educación del carácter para no vernos so­metidas a las emociones; y es también el desarrollo de hábitos para que no seamos derrotadas por tanta toxicidad que nos rodea.

Cuando no tenemos sa­biduría emocional, podemos sentirnos ahogadas en sensaciones, emociones, pensamientos y actitudes que navegan en nuestra mente como respuesta a algo que ha sucedido en el exterior. En cambio, si desarrollamos este tipo de sabiduría, seremos capaces de hacer un análisis objetivo de lo que sucede y decidir qué hacer al respecto sin que después nos quedemos dándole vuel­tas en nuestra cabeza a lo que sucede. Daniel Goleman afirma: “Vivimos en una sociedad que no nos educa para ser personas emocionalmente sabias”. Por eso, la responsabilidad es nuestra, individualmente. ¿Y qué dice Dios al res­pecto? Una de las cosas que dice es: “Yo, el Señor, que investigo el corazón y conozco a fondo los sentimientos; que doy a cada cual lo que se merece, de acuerdo con sus acciones” (Jer. 17:10).

Dios conoce tus pensamientos y sabe cómo se gestaron en tu interior; por lo tanto, delante de él puedes reconocer tus debilidades emocionales y pedirle que las someta a su control y volun­tad. Si ante cualquier situación te rebasa el mal humor y tus palabras afloran en un discurso lleno de acusaciones y descalificaciones; o si tus acciones ava­sallan la dignidad de tu prójimo y te entrometes sin consentimiento en su intimidad, antes de ir a terapia psicológica arrodíllate delante de Dios y reco­noce que necesitas su ayuda. 

Reconocer y aceptar te hace digna de que Dios te mire con empatía; por otro lado, la negación y la justificación propia te ponen lejos de la ayuda que necesitas. Sé sabia; somete la gama de emociones que Dios te ha dado a su control.

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