Star Trek [Viaje a las estrellas]
“Cuando miro el cielo de noche y veo la obra de tus dedos –la luna y las estrellas que pusiste en su lugar–, me pregunto: ¿qué son los simples mortales para que pienses en ellos, los seres humanos paraque de ellos te ocupes?” (Salmo 8:3, 4, NTV).
El 8 de septiembre de 1966, la tripulación del U.S.S. Enterprise despegó en su primera misión para “ir audazmente” adonde nadie había ido antes. Está bien, no se lanzó realmente una nave espacial; lo que despegó fue el episodio estreno de Star Trek. Así empezó la serie espacial de ciencia ficción.
Y no tuvo tanto éxito. Solo duró tres años y nunca superó el puesto 52 en la cadena de televisión que la emitía. Pero fue un éxito entre sus seguidores y, a lo largo de los años, su popularidad fue creciendo a pasos agigantados. Gene Roddenberry, su creador, no tenía idea de la mina de oro que era la serie, y nadie habría predicho el ascenso a la fama de Star Trek: ni los guionistas, ni los productores, ni las cadenas de televisión, y ni siquiera los fans que fueron fieles desde el principio.
Entonces, ¿qué tenía de importante Star Trek? No los escenarios armados de cartón y papel aluminio, ni las subtramas, a menudo absurdas, que llegaron a ser marcas registradas poco serias de Star Trek; era el mensaje subyacente de la serie lo que parecía atraer a todo el mundo. La frontera espacial; los artilugios tecnológicos que permitían el transporte a través del tiempo y el espacio; las discusiones entre un vulcano testarudo y un médico loco; el enfrentamiento con criaturas a veces increíblemente atractivas, a veces horribles. Esto impidió que todo el mundo descartara la serie por completo y, finalmente, sirvió de inspiración para una serie de dibujos animados. A partir de esto, volvió a tal ganar popularidad que hasta se realizó en una serie de seis películas. Luego, se filmaron otras series: Star Trek: La Nueva Generación, Abismo espacial nueve y Voyager y, entre otras; y más películas. Se firmaron contratos para libros de Star Trek, que ahora se publican ahora en quince idiomas; y en Estados Unidos se celebran convenciones para los fanáticos de Star Trek. ¿Y el mayor honor de todos? En 1992, el Museo Nacional del Aire y del Espacio de Washington D. C. rindió homenaje a la serie de televisión original de Star Trek con una exposición de los ochenta trajes, accesorios y modelos originales de la serie. El museo exhibe incluso las orejas puntiagudas del señor Spock y un trozo del puente de mando del Enterprise.
Por desgracia, Star Trek nunca dejó espacio para Dios, el Creador del universo. Fantaseaba más con los logros del hombre del futuro. Dios no quiere que nos obsesionemos con un tiempo y un espacio que no son la realidad. Los confines del espacio deberían inspirarnos, pero solo porque Jesús nos llevará allí algún día.