Guerra abierta
“Moisés y Aarón hicieron lo que el Señor les había ordenado. Aarón levantó su bastón y golpeó el agua del río a la vista del faraón y de sus funcionarios, y toda el agua se convirtió en sangre” (Éxodo 7:20).
Había más de ochenta dioses en Egipto, y los adoraban a todos. Cada plaga fue un golpe directo a alguno de ellos. Las plagas demostraron que ni todos los dioses podían librarlos de los terribles juicios divinos. Podemos dividir las diez plagas en dos series de tres y una última serie de cuatro. Cuanto más se resistía el Faraón, más fuerte el daño que causaba la plaga. Las tres primeras trajeron caos y confusión: la sangre, las ranas y los piojos. La siguiente serie significó pérdidas económicas y dolor físico: las moscas, muerte del ganado y las úlceras. Las últimas cuatro implicaron destrucción: granizo, langostas, tinieblas y la muerte de los primogénitos.
Cuando el agua se convirtió en sangre, no se limitó al río Nilo. Afectó el agua de los arroyos, estanques, depósitos de agua y aun el agua en los vasos. De la misma manera, la plaga de las ranas llenó todo: casas, camas, cocinas, hornos y el lugar donde las mujeres preparaban el pan. El río Nilo era considerado un dios, pues era fuente de vida para la nación que vivía en el desierto. Toda la población iba al río a buscar el agua que necesitaban. Los agricultores dependían del río para cultivar la tierra. Por otra parte, se trataba a las ranas como diosas de la fertilidad. Irónicamente, el Faraón, con el afán de demostrar su poder, pidió a sus magos y hechiceros que replicaran esas dos primeras plagas y ¡lo lograron! Si la situación ya era complicada, imagínate cómo estaban las ciudades ante el impacto de plagas dobles.
Si en verdad los hechiceros hubieran tenido poder, podrían haber hecho desaparecer las ranas y purificado el agua. En realidad, ellos eran personas que Satanás usaba para engañar. Sus obras no eran auténticas.
Esta situación nos advierte que el enemigo busca engañar a las personas con falsas manifestaciones de poder, pero que no están totalmente de acuerdo con las enseñanzas de la Biblia. La mejor forma de no caer en esos engaños es conocer muy bien la Biblia y estar bien cerquita de Jesús.