¿Debajo de un cajón?
“Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Tampoco se enciende una lámpara y se pone debajo de un cajón, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en casa” (Mateo 5:14, 15, RVC).
¿Qué significa que tú y yo seamos la luz del mundo? Básicamente, que no importa cuán densas sean las tinieblas que nos rodean, hemos de brillar para la gloria de Dios. El apóstol Juan nos dice por qué ha de ser así: porque “la luz alumbra en la oscuridad, ¡y nada puede destruirla!” (Juan 1:5, TLA). Esta realidad la ilustra muy bien una experiencia que hace años vivió Charles Colson al visitar la prisión estatal de Míchigan, Estados Unidos . Cuenta Colson que, después de haber hablado a un numeroso grupo de reclusos en el salón de actos de la prisión, lo llevaron a la sección donde se encontraban los asesinos condenados a muerte. Su sorpresa fue grande al ver que estos criminales, condenados a muerte como enemigos de la sociedad, estaban fuera de sus celdas, en compañía de personas que estaban desarmadas, incluyendo a una jovencita cristiana que había ido a cantar.
Cuando Colson y quienes lo acompañaban se disponían a salir, vieron que un miembro del grupo estaba en una de las celdas, orando con un preso. A su regreso, explicó por qué se había detenido en esa celda.
–Yo soy el juez Clement, el que sentenció a muerte a ese hombre. En aquel entonces él era un enemigo de la sociedad, y también mi enemigo. Pero conoció al Salvador, y nació de nuevo. Hoy es mi hermano, y nos sentimos como si fuéramos de la misma familia. Y todo, porque un grupo de cristianos vino a la cárcel y testificó de su fe en Cristo (“Vivamos por encima de las tinieblas”, Revista Adventista, marzo de 1982, p. 5).
En otras palabras, ¡brillaron para la gloria de Dios! ¿Qué significa, entonces, ser la luz del mundo? Significa, tal como lo señala nuestro texto de hoy, “sacar” nuestra lámpara del cajón, y ponerla sobre el candelero, bien en alto, de modo que alumbre con la gloria de Jesucristo no solo a los que están en casa, ¡sino también al vecindario y el mundo entero!
Bendito Jesús, hoy quiero brillar para ti. Pero brillar de un modo que la atención se concentre en ti, porque solo tú eres digno de todo honor y toda gloria, hoy y siempre. Amén.