Una muerte en el sicómoro
«Cuando Jesús pasaba por allí, miró hacia arriba y le dijo: “Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que quedarme en tu casa”». Lucas 19: 5
Jesús iba rumbo a Jerusalén cuando pasó por Jericó. Todo el que por allí pasaba tenía que pagar un impuesto o derecho de aduana. Esa era la razón por la cual había tantos publicanos en aquella ciudad. Eran los encargados de cobrar impuestos. Roma sistemáticamente dividía los territorios en distritos. Cada distrito tenía su jefe. El jefe no era romano, sino un local a quien se le arrendaba el derecho de cobro. El pueblo aborrecía a los publicanos; especialmente sus compatriotas. El publicano era sinónimo de injusticia, extorsión. Se enriquecían a costillas de sus compatriotas, traicionaban la patria para servirle a Roma. El publicano comía, bebía, se vestía y vivía a sus anchas con dinero ajeno.
Zaqueo era jefe de los publicanos del distrito de Jericó. Juan el Bautista predicó por todas las regiones próximas al Jordán, y Zaqueo había escuchado el llamado al arrepentimiento (ver Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 520). Necesitaba amor, compasión, perdón, restauración, y le habían dicho que en Jesús podía encontrarlo. Se decidió y se lanzó a buscarlo, pero le resultó difícil ver a Jesús porque su estatura no se lo permitía. Vio un árbol. Se abrió paso y subió, la gente quedó abajo. Jesús estaba llegando, él buscaba ansioso su rostro. ¡Qué serenidad! ¡Qué dulzura! Sintió deseos de llorar, de llamarlo, de gritar sus pecados, de gritar su indignidad.
«Por encima del escándalo de sacerdotes, rabinos y la multitud, el inexpresado deseo de su corazón habla al corazón de Jesús». «Ningún clamor de un alma en necesidad, aunque no llegue a expresarse en palabras, quedará sin ser oído» (El Deseado de todas las gentes, pp. 507, 224).
Repentinamente la compañía se detuvo bajo el sicómoro. Jesús miró hacia arriba y la multitud lo hizo también. «Zaqueo —dijo el Maestro—, baja en seguida, porque hoy tengo que quedarme en tu casa». Cuando Zaqueo bajó del árbol era un Zaqueo nuevo, perdonado. Ocurrió una muerte en el sicómoro, pero también un nuevo nacimiento.
A los inseguros de haber recibido perdón, a los que arrastran las consecuencias de su pecado, a quienes no se perdonan a sí mismos, a los que se sienten despreciados, a los que tienen hambre de amor, @Jesús les dice hoy: «Yo me entregué por completo en la cruz por ti, soy tu amigo, tu perdón, tu seguridad, tu restauración y tu salvación. Ven, descansa en mis brazos».