Jueves 13 de Abril de 2023 | Matutina para Mujeres | Miedo, celos y odio

Miedo, celos y odio

Saúl tenía miedo de David, porque el Señor ayudaba a David pero ya no lo ayudaba a él. 1 Samuel 18:12, DHH.

Saúl y los hermanos de David eran celosos y envidiosos. ¿Por qué?

Cuando los hijos de Isaí pasaron delante de Samuel, el profeta habría elegido a Eliab, un joven de elevada estatura y digna apariencia, pero el ángel de Dios se mantuvo a su lado para guiarlo en la importante decisión y le indicó que no se dejara llevar por las apariencias. Eliab no tenía temor del Señor. Su corazón no era recto delante de Dios. Habría llegado a ser un monarca orgulloso y exigente. Ninguno de los hijos de Isaí era apto para reinar, excepto David, el menor, que tenía la humilde ocupación de cuidar el rebaño. Había cumplido con su modesta responsabilidad pastoril con tanta fidelidad y valor que Dios lo eligió para que fuera el capitán de su pueblo. Con el correr del tiempo tendría que cambiar su cayado por un cetro (EJ, p. 193).

Tanto Eliab como Saúl veían a David como un rival que les había arrebatado el lugar que les pertenecía. El ángel de Dios no se equivocó en su elección. David había aprendido lecciones vitales de dominio propio antes de dominar a Goliat. No enfrentó las acusaciones de su hermano, comprendió que no era momento para pelear, sino para unirse contra el enemigo. Cuando estás segura de la misión de Dios, no te detienes en rencillas de odio, envidia o críticas. Sé consciente de que mientras sirves a Dios, enfrentarás la amenaza del enemigo y los desaires de quienes dicen ser tus amigos, pero no lo son de verdad.

El odio es la otra cara del miedo. Si una persona te odia, en realidad te tiene un miedo, quizá colocado por Dios. Saúl primero tuvo miedo de David, y luego celos que se convirtieron en odio. Estos sentimientos son eslabones de una misma cadena. “El espíritu de odio y de venganza tuvo su origen en Satanás, y lo llevó a dar muerte al Hijo de Dios. Quienquiera que acaricie malicia o falta de bondad está albergando el mismo espíritu, y su fruto será la muerte. En el pensamiento vengativo yace latente la acción maligna, así como la planta yace en la semilla, ‘todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él’ (1 Juan 3:15)” (DMJ, p. 55).

Elimina cualquier celo u odio de tu vida y ora por quienes lo sienten por ti.

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