Jueves 24 de Febrero de 2022 | Matutina para Adultos | ¿Se puede pedir más?

¿Se puede pedir más?

“Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes” (Juan 15:15, NVI).

¿Qué te gustaría que se dijera de ti?

1.Que eres una persona muy amada por Dios. 2.Que eres una persona “conforme al corazón de Dios”. 3.Que eres amigo de Dios.

Que era “muy amado” se dice del profeta Daniel (Dan. 9:23). Del Rey David se dice que era “varón conforme al corazón de Dios” (Hech. 13:22). Y que era “amigo de Dios”, se dice de Abraham (Sant. 2:23). De nuevo, ¿qué te gustaría que se dijera de ti?

Al igual que Abraham, y sin pensarlo dos veces, quiero ser llamado “amigo de Dios”. Mejor aún, quiero que el Señor diga de mí lo que en una ocasión dijo de Abraham: “Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham, mi amigo” (Isa. 41:8).

Dice: “Mi amigo”. ¿Puede haber mayor honor que este? ¡Que el Soberano de todo el universo diga de ti, de mí: “¡Es mi amigo, mi amiga!”

Lo cierto es que ese honor ya es nuestro. Oigamos al Señor decirlo: “Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos” (Juan 15:15, NVI). Lo que el Señor está diciendo aquí es algo así:

“Aunque yo soy el Señor y el Maestro, no tienen que relacionarse conmigo como siervos que temen a su amo; pueden hacerlo como amigos que me aman ¡porque ustedes ya son muy amados!” ¿No es esto maravilloso?

Volvamos por un momento a la amistad entre el Señor y Abraham. ¿Cuál era uno de los rasgos más significativos de esa amistad? El mismo Señor lo mencionó en ocasión de su visita a Abraham, cuando se acercaba el momento de la destrucción de Sodoma: “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?” (Gén. 18:17).

¡Ahí está! Entre amigos no hay secretos. ¿Cómo podía el Señor destruir a Sodoma sin que Abraham, su amigo, lo supiera?

Amigos de Dios; eso somos tú y yo. Como prueba de esa amistad, él nos dio a conocer todo lo que oyó decir al Padre. Y, más importante aún, dio su vida por nosotros.

¿Qué más se puede pedir?

No sé qué viste en mí, bendito Jesús, para que decidieras ser mi mejor amigo. Mientras yo viva, haré honor a esa amistad, y cuando vengas a buscarme, será para mí el mayor de los honores alabar tu precioso nombre por toda la eternidad.

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