Jueves 25 de Agosto de 2022 | Matutina para Adultos | ¿Por qué orar?

Jueves 25 de Agosto de 2022 | Matutina para Adultos | ¿Por qué orar?

¿Por qué orar?

“Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes” (Juan 15:15, NVI).

¿Por qué orar? En su excelente libro Prayer [La oración], M. L. Andreasen escribe que preguntar por qué orar es como preguntar por qué amar, o por qué respirar. “Una es tan necesaria como la otra. Donde hay amor, hay comunión, y también hay oración. No puede ser de otra manera” (Prayer, p. 13).

¡Muy bien dicho! Con estas palabras, el autor nos está diciendo que el propósito principal de la oración no es pedir a Dios que supla nuestras necesidades, porque esto ya lo hace, como nuestro Padre que es. Es estar en comunión con él.

Entonces, ¿por qué orar? Porque somos amigos de Dios –responde Andreasen–, y porque no hay nada más santo que la amistad que se edifica sobre el amor genuino. Y luego añade que el mayor gozo de una amistad no radica en hablar, sino en estar juntos, en comunión.

El siguiente relato, que menciona el doctor y autor Larry Dossey, ilustra bien este punto (“Finding Hope and Help in the Bible”, Signs of the Times, diciembre de 2008, p. 28). Cuenta el doctor Dossey que uno de sus pacientes estaba muriendo de cáncer en los pulmones. El día anterior a su muerte, este hombre reveló que aunque nunca había sido una persona religiosa, había estado orando con frecuencia.

–¿Y por qué ha estado orando? –le preguntó el Dr. Dossey.

–Por nada en particular –respondió el enfermo.

–Pero si la oración no es para pedir –preguntó el sorprendido doctor–, ¿entonces para qué es?

El hombre se quedó pensando por un momento, y luego respondió:

–La oración me recuerda que no estoy solo.

Al día siguiente este hombre murió. Pero sus palabras sugieren que había descubierto que donde hay amor, hay comunión, y también hay oración. ¿Qué significa esto en la práctica? Significa, por una parte, que veamos la oración no como un deber, sino como un privilegio. Por la otra, significa que además de nuestras peticiones personales –que, de paso, Dios ya conoce–, hemos de aprovechar la oración para decirle a nuestro mejor Amigo lo mucho que agradecemos todo lo que hizo con tal de salvarnos.

Bien lo dice Elena de White: “Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo” (El camino a Cristo, p. 111). Gracias, Jesús, porque eres mi mejor Amigo; y porque, no importa donde yo esté, o cuáles sean mis circunstancias, siempre podré hablar contigo.

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