El costo de la desobediencia
“Lejos esté de nosotros rebelarnos contra el Señor o apartarnos de él” (Jos. 22:29, NTV).
La obediencia cuesta. ¡Pero la desobediencia cuesta todavía más! La escritora y evangelista estadounidense Lysa Terkeurst, en su artículo “Learning to Live With a “Yes” Heart”, cuenta que un día, cuando regresaba a su casa después de dar una conferencia, Dios le pidió que hiciera un costoso sacrificio. Ella estaba exhausta y deseaba poder dormir una siesta en el avión. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de cerrar sus ojos y relajarse contra la ventanilla, un pasajero se sentó a su lado y comenzó a hablarle. Lysa quería dormir, pero pronto la conversación comenzó a girar en torno a Dios. El hombre le hacía preguntas, y Lysa las respondía mostrándole historias y pasajes de la Biblia. De pronto, Lysa sintió que Dios le pedía que le regalara su Biblia a este hombre. “Esta no era una Biblia cualquiera […] estaba resaltada, subrayada y llena de lágrimas […] Empecé a discutir con Dios en mi cabeza, pero su mensaje era claro. Debía regalarle mi Biblia”.
Obedeciendo, Lysa se la entregó y el hombre prometió leerla. Cerca de un mes después, el hombre la llamó para contarle que había tomado una semana de vacaciones para leer la Biblia. Había comenzado a asistir a una iglesia y Dios estaba transformando su vida. Imagina por un momento lo que hubiera sucedido si Lysa ignoraba ese impulso del Espíritu Santo… ¡Se hubiera perdido el privilegio de ser parte de un hermoso milagro! La obediencia es costosa, pero la desobediencia es costosísima.
La desobediencia nos roba milagros, promesas y oportunidades para ver la gloria de Dios manifestarse. Nos cuesta mucho más que cualquier cosa que tengamos que sacrificar para obedecer. Por eso, debemos entrenar nuestros corazones para oír y obedecer el susurro más delicado del Espíritu Santo, a fin de que la idea de desobedecer a Dios nos llene de un santo temor, y así confiemos, aunque no veamos los resultados inmediatamente, en que Dios recompensará abundantemente nuestra fidelidad.
Señor, me pregunto cuántas veces ignoré tus pedidos; cuántas veces te dije que “no” simplemente porque estaba cansada, asustada o por causa de mi egoísmo. ¡Perdóname! Quiero obedecerte en todo. Quiero darle la bienvenida a tus “interrupciones”, aunque alteren mis planes o mi rutina. Aguza mis oídos y dispón mi corazón para obedecerte, Señor. ¡La obediencia tiene una recompensa grande!
Amen, enséñame a ser sensible a tu voz y tu llamado a obedecer aló que me pidas, perdona mis desobediencia en el pasado y ayúdame a que hoy en adelante, puede mi corazón y mi mente obedecer a tu llamado. Amén