¡Posibilidades!
“De ese tronco que es Jesé, sale un retoño; un retoño brota de sus raíces. El espíritu del Señor estará continuamente sobre él, y le dará sabiduría, inteligencia, prudencia, fuerza, conocimiento y temor del Señor. Él no juzgará por la sola apariencia, ni dará su sentencia fundándose en rumores” (Isaías 11:1-3, DHH).
¿Es mala la persona que hace cosas malas? ¿Es buena la persona que hace cosas buenas?
La tendencia humana es a considerar como mala, o buena, a una persona según sea su conducta. Pero hay un serio problema al juzgar de esta manera. Según los psicólogos sociales, en la conducta de todo individuo actúan factores externos o situacionales (relativos al ambiente o las circunstancias); y factores internos o disposicionales (relativos a la forma de ser de cada persona). De acuerdo con esta manera de evaluar la conducta, una persona podría estar haciendo buenas obras (por ejemplo, donar dinero para obras de caridad), pero no ser buena. Por otra parte, una persona podría estar viviendo de manera inmoral y, aun así, no ser mala en lo más íntimo de su corazón.
¿De qué nos sirve saber esto? Nos previene en contra del error, tan común, de juzgar al prójimo por lo que vemos. Y nos recuerda que nosotros miramos lo que está delante de nuestros ojos, pero Dios mira el corazón (ver 1 Sam. 16:7). ¡Y qué bueno que es así!
¿Puedes imaginar qué habría sido de Zaqueo, el odiado jefe de los cobradores de impuestos, si Jesús lo hubiese evaluado por lo que la gente decía de él? ¿Qué habría sido de Saulo de Tarso, el perseguidor de la naciente iglesia? ¿Y de María Magdalena?
¡Oh, María Magdalena! No puedo imaginar la cantidad de rumores que circulaban de ella. Pero he aquí que un día se atravesó en su camino Alguien –¡al fin alguien!– que vio no solo las apariencias, sino también las circunstancias que rodeaban su vida. “Cuando a la vista humana parecía un caso perdido, Cristo vio en María aptitudes para lo bueno” (El Deseado de todas las gentes, p. 521). Cristo conocía las circunstancias que la rodeaban. Mientras los demás veían lo malo, el Señor vio en ella posibilidades.
Qué bueno que, al igual que a María, Dios no te juzga según las apariencias. Qué bueno que tampoco deriva sus opiniones de los rumores que por ahí circulan de ti. ¡Y qué bueno que el Señor vio en ti todo un mundo de posibilidades!
¿Cómo aprovecharás la oportunidad que él te ha dado?
Gracias, Jesús, porque hubieras podido extinguir toda chispa de esperanza en mi corazón, pero no lo hiciste. Ahora quiero poner a tu servicio todo ese mundo de posibilidades.