Asesinatos por Tylenol
“Me invocará y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y lo glorificaré. Lo saciaré de larga vida y lemostraré mi salvación” (Salmo 91:15, 16, RVR 95).
El 29 de septiembre de 1982, en Estados Unidos, comenzó una serie de extraños envenenamientos que fueron llamados los Asesinatos por Tylenol (una marca de paracetamol). Pero, no eran típicos, si es que algún asesinato puede considerarse típico. La primera víctima fue una niña de doce años de Elk Grove Village, Illinois, que había estado enferma y tomó una cápsula de Tylenol extra fuerte para sentirse mejor.
Trágicamente, murió ese mismo día. La cápsula que tomó contenía cianuro. Y luego, una triple tragedia: dos familiares de una de las víctimas también murieron por el Tylenol envenenado, porque habían desarrollado dolores de cabeza debido a la pena que rodeaba el funeral de otro miembro de la familia. En los días siguientes murieron siete personas, todas ellas de la zona de Chicago.
Los investigadores pronto decidieron que las cápsulas de Tylenol no habían sido manipuladas en las fábricas donde se elaboraban. Eso significaba que alguien en la calle había tomado los frascos de Tylenol de las estanterías de las tiendas, los había envenenado y los había vuelto a colocar en las estanterías donde luego se compraban. La empresa farmacéutica, Johnson&Johnson, instó a la gente a no tomar el medicamento y ofreció una recompensa de 100.000 dólares a quien pudiera dar información sobre el terrorista del Tylenol.
A continuación, retiraron 264.000 frascos y pusieron rápidamente tapones a prueba de manipulaciones en un frasco de nuevo diseño. Cuando todo terminó, el asunto había costado a la empresa farmacéutica más de cien millones de dólares. Antes de las muertes, Tylenol era el medicamento de venta libre número uno en Norteamérica, y la mayoría de la gente pensaba que Johnson&Johnson nunca se recuperaría del desastre. Sin embargo, en pocos meses, Tylenol volvió a estar en las tiendas con un nuevo sello de seguridad.
Dios no nos ha prometido que no vayamos a morir en este mundo. Eso es lo que nos ofrece, en última instancia, la vida en un mundo pecaminoso. Pero, si entregamos nuestro corazón a Jesús y dedicamos nuestra vida a él, no tendremos que preocuparnos.
Jesús ha prometido estar con nosotros en tiempos de crisis, además de ofrecernos la vida eterna. Todo lo que necesitamos hacer es invocarlo. “Me invocará y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y lo glorificaré. Lo saciaré de larga vida y le mostraré mi salvación”.