Jueves 30 de Diciembre de 2021 | Matutina para Adultos | Ayudados para ayudar

Ayudados para ayudar

“No te desampararé ni te dejaré. Así que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (Hebreos 13:5, 6).

Conocí a Mirta en 1998. Era y es una mujer luchadora y apasionada por sus hijos. En 1995, Nicolás, su hijo menor, había comenzado a padecer mucho dolor en su pierna. Después de semanas de estudios médicos, se confirmó que se trataba de una enfermedad llamada Perthes, que produce una necrosis en la cabeza del fémur. El diagnóstico médico indicaba que Nicolás debía utilizar una prótesis y sus posibilidades de volver a caminar eran mínimas. 

Tal noticia golpeó fuertemente a la familia. Nicolás pasó tres meses en cama. Mirta sufrió depresión. La situación económica se hizo crítica y, en esas circunstancias, un amigo adventista se acercó a orar por ellos. En su fragilidad, ellos comprobaron la maravillosa presencia de Jesús, el Ayudador siempre pendiente de sus ovejas. Después de tres meses postrado, Nicolás se levantó con la ayuda de muletas, las que lo acompañarían los siguientes tres años. 

Las muletas tan solo fueron un apoyo para su cuerpo, pero la Palabra de Dios fue sustento para su vida y la de su familia. Pasó el tiempo, y llegó la hora de la cirugía. Una junta de medicos se reunió en los días previos para evaluar el caso de Nicolás, y notaron algo impensado: el hueso estaba creciendo “milagrosamente” dentro de la cadera sin ninguna explicación médica. La intervención quirúrgica no fue necesaria. La intervención divina fue poderosa. 

El jueves 26 de noviembre de 1998, Nicolás y su mamá fueron a un control… ¡y resultó ser el último! Al sábado siguiente, tuve la alegría de bautizar a Nicolás, quien junto con su madre, Mirta, se entregó al Ayudador que nunca desampara. Poco después se bautizaron la tía y la abuela. Y tres años más tarde ocurrió un nuevo milagro: Javier, el hermano de Nicolás, abandonaba su banda de rock para unirse a la “banda del Señor”. 

Durante ocho años, hasta que la iglesia de su localidad consiguiera un lugar definitivo, la casa de Mirta fue el templo. Todos los ambientes de la casa fueron también las dependencias de la iglesia; y en el patio funcionaba el Club de Conquistadores. 

Hoy Nicolás, aquel niño destinado a estar postrado antes los hombres, se postra ante Dios y corre llevando el evangelio como un bendecido líder y pastor adventista, al igual que Javier. Mirta, agradecida con su Ayudador, sigue ayudando a los jóvenes, en una institución educativa adventista. 

¡Gracias, Señor, por ser nuestro Ayudador! ¡Ayúdanos para que vivamos ayudando!

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