Firmar al pie
“…pongan en libertad a los que están encarcelados injustamente; alivien la carga de los que trabajan para ustedes. Dejen en libertada los oprimidos y suelten las cadenas queatan a la gente” (Isaías 58:6, NTV).
Una nación nació en este día de 1776 cuando los primeros hombres que firmaron la Declaración de Independencia de los Estados Unidos escribieron sus nombres al final del documento. Uno por uno, durante varias semanas, los 54 delegados del Congreso Continental en Filadelfia, Pensilvania, se enfrentaron figurativamente a Inglaterra, diciendo: “No pagaremos más impuestos sin representación. No aceptaremos más tiranía. No más soldados ingleses acuartelados en nuestros hogares. Juramos nuestras fortunas, nuestras vidas y nuestro sagrado honor”. Patrick Henry habló en nombre de todos ellos cuando resumió su postura diciendo: “¡Dadme la libertad o dadme la muerte!” Tristemente, muchos ciudadanos de las trece colonias originales terminaron haciendo precisamente eso: pagar su libertad con la vida.
Habían pasado 442 días desde que se habían realizado los primeros disparos de la Guerra de Independencia, en Lexington y Concord, Massachusetts. Al principio, las otras colonias habían visto cómo Massachusetts resistía con valor a los británicos, iniciaba su propio gobierno revolucionario y formaba su propio ejército. La mayoría pensó que se trataba de una especie de guerra civil dentro del Imperio Británico, y el rey Jorge III lo veía como una rebelión colonial más. Pero para muchos colonos, era una lucha por sus derechos como ciudadanos británicos. Sin embargo, los británicos no quisieron sentarse a negociar. En cambio, contrataron a un ejército de mercenarios alemanes para ayudar a aplastar la rebelión.
La Declaración de Independencia es, probablemente, el documento más importante de la historia de los Estados Unidos, junto con la Constitución. En un párrafo, afirma: “Sostenemos que estas verdades son obvias, que todos los hombres son creados iguales, que son dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables, que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. ¡Que palabras poderosas!
Jesús vino a la tierra para darnos a ti y a mí una declaración de independencia. Vino a liberarnos del pecado y de Satanás. Él sabía que, cuando muriera por nosotros, seríamos libres para siempre de las garras mortales del pecado, si lo aceptamos. En el mundo venidero no tendremos preocupaciones, culpa, soledad, ni dolor. Pero, por ahora, es nuestro deber compartir esta buena noticia con quien la necesite.
Regala una sonrisa. Di que Jesús los ama y que ha venido a liberarlos. Acepta a Jesús y anima a otros a que también lo hagan.