Sin miedo
“¿Por qué tanto miedo? ¡Qué poca fe tienen ustedes!” (Mateo 8:26).
Lidia no quería que llegara ese día, pero llegó. Era el primer día de clases de su enseñanza secundaria. Ahora estudiaría por la mañana, y tendría diferentes profesores para cada asignatura. Algunos serían agradables, pensaba; otros, no tanto. De eso estaba casi segura.
Le iba a ser difícil acostumbrarse. ¿Y los profesores de la tarde? ¿No volvería a verlos nunca más? Lidia se levantó lentamente de la cama, casi arrastrándose hasta el baño. ¿Qué le esperaba ese día? Estaba preocupada y asustada.
En el colegio, como había imaginado, muchos profesores nuevos salían del aula y se apresuraban a entrar. También había nuevos estudiantes, gente que no conocía. En el recreo, el patio se llenó de chicos y chicas mayores. Quedaba perdida en medio de ellos.
¡Qué día! ¡Tal como lo había previsto!
El miedo y la timidez le impidieron sentirse a gusto el primer día de clases e hicieron que le llevara tiempo hacer nuevos amigos. Poco a poco, se dio cuenta de que era un error haber pensado tantas cosas malas sobre el comienzo de la secundaria. Después de todo, se acostumbró y se dio cuenta de que muchos de sus pensamientos eran “monstruos de humo”.
Cuando permitimos que el miedo nos controle, Dios no nos controla. Antes de que Jesús calmara la tormenta, los discípulos estaban aterrorizados. Después de que él la atravesó, pudieron ver que tenían a su lado toda la protección que necesitaban. Con Dios al control, podemos mantener la calma y obedecer todo lo que él nos pida que hagamos… ¡sin miedo!