Decrépito o vigoroso
“No reprendas al anciano, sino exhórtalo como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos” (1 Timoteo 5:1).
Si hay un capítulo práctico, ese es 1 Timoteo 5. Allí, el apóstol Pablo da consejos para los ancianos, los jóvenes, las viudas y los presbíteros de la iglesia.
- Los ancianos deben ser tratados como padres respetables.
- Los jóvenes deben ser tratados como hermanos.
- Las ancianas deben ser tratadas como madres.
- Las jóvenes deben ser tratadas como hermanas.
- Las viudas de más edad, que son piadosas y no tienen hijos, deben ser honradas y sostenidas.
- Las viudas con hijos y nietos deben recibir el cuidado de sus familias.
- Los ancianos y los presbíteros son doblemente dignos de honor y jamás deben ser acusados injustamente.
- Deben ser imparciales.
- Deben ser puestos a prueba antes de ser ordenados.
- Deben ser puros.
El versículo 23 es intrigante: “No continúes bebiendo sólo agua; usa un poco de vino, a causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades”.
Algunos argumentan que Pablo aquí autoriza el uso moderado del vino fermentado con propósitos medicinales. Presentan el hecho de que el vino se ha utilizado con ese fin por siglos. Otros sostienen que Pablo se refiere al jugo de uva no fermentado. La verdad es que el apóstol Pablo no daría un consejo incoherente con el resto de las Escrituras, que advierten contra el consumo de bebidas intoxicantes, como Proverbios 20:1 y 23:29 al 32.
Por otro lado, el mismo Pablo dice que debemos cuidar nuestro cuerpo como templo del Espíritu Santo (1 Cor. 3:16; 2 Cor. 6:19) y que todo lo que hagamos, incluso en cuanto a comida y bebida, debe ser hecho para la gloria de Dios (1 Cor. 10:31).
El propósito del consejo de Pablo es que Timoteo estuviera físicamente apto para las pesadas tareas que reposaban sobre él como pastor de las iglesias de Asia Menor. La claridad mental y la moral están estrechamente relacionadas con la aptitud física. Quien sirve a Dios necesita mantener un cuerpo sano, pues una vida con salud es una excelente propaganda para el evangelio.
“La fuerza es un talento, y debe emplearse para glorificar a Dios. Nuestros cuerpos le pertenecen […]. Podemos servir a Dios mejor con el vigor de la salud que con la decrepitud de la enfermedad; por lo tanto, debemos colaborar con Dios en el cuidado de nuestros cuerpos” (Elena de White, Consejos sobre mayordomía cristiana,p. 121).