El cuerpo de Cristo
«De esta manera ahora, por medio de la iglesia, todos los poderes y autoridades en el cielo podrán conocer la sabiduría de Dios, que se muestra en tan variadas formas». Efesios 3: 10
Hace unos años, mientras entraba a una iglesia, vi escrita en el mural la pregunta que muchos se formulan hoy: «¿Puedo ser cristiano sin unirme a una iglesia?». Abajo se contestaba: «Sí, es posible. Pero sería como ser:
•…un estudiante que no asiste a la escuela.
•…un soldado que no se une al ejército.
•…un vendedor que no tiene clientes.
•…un marinero en un barco sin tripulación.
•…un jugador sin equipo.
•…una abeja sin colmena».
La iglesia desempeña un papel fundamental en el plan de la redención. Por medio de ella Dios revela su gracia al mundo. La Biblia presenta que Dios siempre ha estado interesado en crear un pueblo para sí mismo, un pueblo con el que él pueda entablar una relación especial y que sirva para representarlo ante el mundo y ser una fuente de bendición (ver Génesis 12: 1-3). Antes de Cristo este pueblo era Israel, pero después de la muerte de Cristo todo el que acepte a Jesús como su Salvador puede formar parte de dicho pueblo, la iglesia.
Una de las metáforas que la Biblia usa para expresar cómo funciona la iglesia es la del cuerpo de Cristo. Cuando Pablo se encontró con Jesús en el camino a Damasco, mientras perseguía a los cristianos este último le preguntó: «¿Por qué me persigues?» (Hechos 9: 4). De esa experiencia Pablo entendió que la iglesia es el cuerpo de Cristo; y como tal, los miembros han de estar unidos en torno a un mismo propósito (1 Corintios 12: 27). Aunque todos los que formamos la iglesia somos distintos y tenemos dones y funciones diferentes, formamos un solo cuerpo con una sola misión y con una dependencia total de Jesús, que es la cabeza de la iglesia (Efesios 1: 22, 23; 4: 15; Colosenses 1: 18).
¿Ya formas parte de una iglesia? Hoy @Dios te dice: «La iglesia es el ambiente que he diseñado para que crezcas y te desarrolles».