Alicia comprendió
“Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor” (Colosenses 3:23, NVI).
Alicia tenía un problema. Había tareas en la casa que le molestaba hacer. Por ello, las hacía de mala gana y con descuido. Pero ese no era el caso de la costura. ¡Le encantaba! Le pedía a su mamá la máquina de coser y realizaba trabajos prolijos y de calidad. Lo que más disfrutaba era hacer ojales. Su último trabajo había sido coser los ojales del vestido de su hermanita Judy.
La mamá de Alicia sabía de su problema, por eso le decía suspirando: “Ojalá hubiera una manera de mostrarte la importancia de hacer las cosas bien. Aun las que te desagradan”.
Días más tarde, estando en la escuela, Alicia escuchó sonar la alarma de incendio. Pensó que se trataba de una práctica. Pero cuando escuchó la sirena de bomberos, ¡se dio cuenta de que esta vez era un incendio de verdad! Todos marcharon en fila hacia el patio, tal como habían practicado veces anteriores.
De repente, se escuchó un grito proveniente de una escalera de incendio del segundo piso. Alicia descubrió con horror que quien gritaba en la escalera era su hermanita Judy. Por alguna razón había quedado rezagada y ahora estaba allí. Los bomberos le gritaron a Judy que se quedara quieta en el lugar, que ellos la rescatarían. Pero presa del terror, Judy no hizo caso y comenzó a subir la escalera queriendo trepar por una baranda de hierro que tenía atravesados unos pinchos filosos. Entonces, ¡Judy resbaló! Alicia cerró los ojos pensando que su hermanita había caído al vacío. Pero al abrirlos, la vio colgando, balanceándose en el aire. Su vestido había quedado enganchado en uno de los pinchos de la baranda. Los bomberos la alcanzaron y la bajaron sana y salva. Uno de ellos dijo: “Si no hubiera sido por los ojales de su vestido, tan bien hechos, esta niña no se habría salvado. Uno de los pinchos enganchó el ojal y eso fue lo que la salvó”.
Alicia se estremeció recordando las palabras de su mamá. ¿Qué habría pasado si a ella no le hubiera gustado coser? Seguramente hubiera hecho unos ojales mal terminados y… ¡tal vez Judy no estaría viva ahora! Por ello tomó la decisión de que nunca más sería descuidada en las tareas que no le agradaban. ¡Vale la pena hacer las cosas con excelencia!
Gabriela
(Adaptación del relato “Vale la pena hacer las cosas bien”, de Nellie Stewart, El Amigo de los niños, año 8, tercer trimestre de 1981, N° 3).