‘Mamihlapinatapei’
Pero Esaú corrió a su encuentro y, echándose sobre su cuello, lo abrazó y besó; los dos lloraron. Génesis 33:4.
Los yámanas eran unos nómadas que vivían en Tierra del Fuego, en la región más austral del mundo. Habitaban en un entorno muy agresivo, entre viento gélido y días con sol recatado. Pasaban la mayor parte del tiempo en sus canoas hechas de cortezas de árboles y cazando lobos marinos y guanacos. No era una vida fácil y eso marcó sus costumbres e, incluso, su manera de expresarse. En su lengua, el háusi kúta, nos encontramos con una de las palabras más largas y de más difícil traducción: mamihlapinatapei. Significaría algo así como que dos personas quieren comenzar algo y ninguno de los dos se atreve a dar el primer paso.
El relato de Génesis 33 es un largo mamihlapinatapei. No hay nada más doloroso que un problema familiar acumulado, y tanto Jacob como Esaú arrastraban algo así desde hacía mucho tiempo. Las herencias suelen generar tensiones, y en este caso no fueron insignificantes las discrepancias. Uno insistía en que el otro le había vendido la primogenitura; y el otro, en que el primero era un ladrón que había usado artimañas legales para arrebatarle lo que le correspondía. Así, se mantenían en su tozudez y ninguno daba el primer paso, fuera por no reconocer su parte de culpa o por lo que fuera.
El versículo 4 comienza con un “pero”. Es curioso porque los “pero” son los principales causantes de los mamihlapinatapei; los “pero” nos esclavizan e inhiben, paralizan nuestros progresos. Sucede, sin embargo, lo inesperado: Esaú, el aguerrido cazador, el carnívoro desbocado, el peludo pelirrojo y de prontos violentos, rompe la inacción. Es un “pero” espectacular que cambió la historia de dos tribus (porque las riñas familiares se convierten en tribales) y los volvió a hermanar. Imaginen esa masa de pelo rojo sobre el cuello de Jacob, el abrazo del gigantón y el beso de cariño. No podía acabar de otra manera que con lágrimas de alegría; lágrimas de encuentro; lágrimas de consuelo.
Seguimos siendo nómadas, hemos cambiado cortezas por aluminio, mareo por jet lag, guanacos por fast food, pero continuamos siendo nómadas, al menos de sentimientos. Cuántas veces enquistamos los problemas y nos acompañan por los itinerarios de nuestras emociones y culpabilidades. Cuánto dolor por el orgullo o el temor. En Mateo 5:23 y 24, Jesús da la clave para aquellos que padecen mamihlapinatapei: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda”.
¿Tienes algo que arreglar? Pues ¿qué esperas?
Muy acertado y al punto, muchas gracias