Amar es ser vulnerable
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14).
Al amarnos, Dios se expone continuamente al rechazo. Dios podría usar su infinito poder para forzarnos a obedecer. Él podría programarnos como robots; sin embargo, escogió el camino de la vulnerabilidad. Él pagó el precio de nuestra libertad al hacerse vulnerable y convertirse en un bebé indefenso.
Al encarnarse, el Creador de la vida necesitó alimento para sobrevivir; el Fundador del universo necesitó refugio. Amar es correr el riesgo, es exponer el corazón y ser vulnerable.
El miedo nos lleva a escondernos y a evitar desesperadamente la vulnerabilidad (Gén. 3:9, 10). Sin embargo, no podemos amar sin correr riesgos. Cuando envolvemos nuestro corazón en plástico de burbujas, le impedimos que funcione correctamente. En las palabras del famoso teólogo y escritor inglés C. S. Lewis, en The Four Loves [Los cuatro amores], encontramos que “amar significa ser vulnerable. Ama algo y tu corazón ciertamente será pisoteado, y posiblemente roto. Si quieres asegurarte de mantenerlo intacto, no debes darle tu corazón a nadie, ni siquiera a un animal. Envuélvelo cuidadosamente en pasatiempos y pequeños lujos. Evita cualquier enredo. Enciérralo seguro en la urna o el ataúd de tu egoísmo. Pero en esa urna —segura, oscura, estática, sin aire— tu corazón cambiará. No se romperá; se volverá inquebrantable, impenetrable, irredimible. Amar significa ser vulnerable”.
El amor no es seguro y nunca podrá serlo. Hasta que estemos en el cielo, amar siempre implicará arriesgarse, implicará elegir el camino de la vulnerabilidad. Cuando una amiga te habla y con ojos llenos de lágrimas te cuenta su historia, ¿cómo podrías oírla sin sentir su pena en tu propio corazón? Parafraseando al teólogo Henri Nouwen, no se puede librar a una persona de un sufrimiento sin meterse un poco en su cabeza y experimentarlo también.
Exactamente esto hizo Jesús. El Verbo se hizo carne, y en este acto de suprema vulnerabilidad vimos la gloria sublime del amor del Padre.
Señor, gracias por hacerte vulnerable por mí. Gracias por tu amor por mí. Quiero aprender a desarrollar mi valentía emocional. Dame coraje para amar como tú.
Amen