Con toda confianza
“Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos” (Heb. 4:16, NTV).
Hay una parte de la historia de la transfiguración que nunca había notado. La Biblia dice que Pedro, Santiago y Juan subieron a un monte –probablemente, el monte Hermón– y allí vieron a Jesús transfigurarse y brillar con una gloria indescriptible. Moisés, que había muerto cerca de 1.400 años antes, y Elías, fallecido 900 años antes, aparecieron también y conversaban con Jesús. Como leímos esta historia tantas veces, no nos sorprende. Sin embargo, ¡este fue un espectáculo absolutamente aterrador para los discípulos! Estupefacto, Pedro sugirió construir tres enramadas. La Biblia dice que él “dijo esto porque realmente no sabía qué otra cosa decir, pues todos estaban aterrados” (Mar. 9:6, NTV, énfasis agregado).
Aunque leí esta historia muchísimas veces, siempre la había imaginado como algo glorioso, no aterrador. Sin embargo, el relato continúa con el tema del miedo. En cuanto Pedro sugirió construir las enramadas, la Biblia dice que “una nube los cubrió y, desde la nube, una voz dijo: ‘Este es mi Hijo muy amado. Escúchenlo a él’ ” (Mar. 9:7, NTV). Para un judío de aquella época, ver la nube de la gloria de Dios cubrir un monte y oír su voz era algo equivalente a una sentencia de muerte. Cuando Moisés ascendió al Sinaí y la gloria de Dios cubrió aquel monte, los israelitas no podían acercarse o tocarlo (Éxo. 19:10-13). Todos aquellos que fueran más allá de los límites marcados en el monte, debían morir. ¡Imagina lo que debieron haber pensado Pedro, Santiago y Juan al escuchar la voz de Dios sobre esa montaña!
Lo realmente asombroso de esta historia es cómo Dios usa este evento para revelar su amor. El Padre envió al Hijo para erradicar todos nuestros miedos y derribar todas las barreras que nos separaban. A través del sacrificio de Jesús, la muerte fue derrotada. Por los méritos de Jesús, podemos contemplar a Dios cara a cara. ¡Somos libres de todo temor y de toda condenación! Como escribió el apóstol Pablo, podemos acercarnos “con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos” (Heb. 4:16, NTV, énfasis agregado). ¡Con toda confianza! No solo sin miedo, sino con toda confianza; como quien entra, sin golpear, a la casa de un amigo. Con toda confianza.
¡Qué maravilla! Señor Jesús, gracias por tu sacrificio. Gracias por derribar todos los miedos y las barreras que nos separaban. Gracias porque puedo acercarme a ti con toda confianza.