Eddie, el Águila
“Porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza” (Romanos 5:3, 4, NVI).
Había una vez un jovencito inglés que soñaba con ser un competidor de olimpiadas. Su nombre: Michael Edwards. Le fascinaban los esquíes y la nieve, pero no tenía mucho a su favor. Competir a nivel profesional era costoso. No tenía patrocinadores ni dinero para pagar un entrenador. Sufría de hipermetropía, y como el frío empañaba sus lentes, era un gran obstáculo para cumplir su sueño. Otro en su lugar se hubiera dedicado a otra cosa. Pero no él.
Se propuso entrenar de todos modos. Intentó primero ser esquiador de fondo, pero como el entrenamiento era muy caro, optó por los saltos en esquí. Pidió prestado el auto y dinero a sus padres y recorrió varios lugares de Europa para entrenar y competir. Consiguió botas prestadas que eran varios números más grandes que sus pies. Compró pares extra de medias para compensar el tamaño. Su casco estaba en malas condiciones. Debía ajustárselo con un cordón de zapatos. El dinero de sus padres se terminó, así que trabajó haciendo de todo: niñero, jardinero, chofer, yesero y pintor.
En esas condiciones entrenaba intentando saltar rampas de 40, 70 y 90 metros. Su misión: no morir en el intento. Se quebró muchas veces, en varios lugares. Una vez hasta entrenó con una almohada enroscada a su cuello para proteger su mandíbula quebrada. Hasta que llegó su momento tan esperado.
Luego de varias competencias menores, representó a su país en el Campeonato de Saltos de 1987 en Alemania. ¿Cómo le fue? Salió último, pero no se desanimó. Siguió entrenando para clasificar para los Juegos Olímpicos de Calgary en 1988. ¡Y lo logró! Una vez más representó a Gran Bretaña. ¿Cómo salió? Último nuevamente. Pero estaba feliz porque consiguió superar su récord personal. En 1990 el Comité Olímpico Internacional impuso reglas de calificación más duras para los Juegos Olímpicos, con lo cual Michael nunca más pudo clasificar para competir. Sin embargo, su perseverancia y tenacidad ganaron el afecto de mucha gente y lo hicieron famoso. Lo apodaron cariñosamente “Eddie, el Águila”. ¡Hasta se realizó una película sobre su vida!
¿Qué puedes aprender de él? Que lo que marcará el éxito en tu vida no serán tus talentos ni tu inteligencia, sino tu perseverancia frente a los obstáculos. No te desanimes, ¡y sigue perseverando!
Gabriela