Conservar una canción en el corazón
“Rebosa mi corazón palabra buena; dirijo al rey mi canto” (Sal. 45:1).
El séptimo punto de la Ley del Conquistador nos ordena “conservar una canción en el corazón”.
Por causa del encierro decretado para mantener el aislamiento preventivo durante la pandemia de Covid-19, esa máxima se volvió mucho más significativa. Ya que la asistencia a las iglesias estaba prohibida y no había oportunidad para reunirnos con nuestros hermanos en la fe, muchas canciones e himnos quedaron guardados únicamente en el corazón.
El pueblo donde vivo se caracteriza por su numerosa población adventista, así que los pastores reenviaron mensajes a todos los miembros de iglesia para que, a la hora de la puesta del sol del sábado, salieran a la puerta de su casa a cantar un himno (que se pactaba de antemano). En ese sentido, fue más fácil estar conectados en la alabanza de lo que quizá fue para otras personas durante el confinamiento.
Seguramente viste muchos videos de orquestas, coros, ensambles y solistas que grabaron individualmente cada parte para después unirla en una ejecución virtual conjunta, en un esfuerzo porque la música no se “apagara” en medio de la crisis.
La música demostró una vez más ser un gran motor de optimismo y perseverancia, a pesar del mal momento, y sirvió para que, como iglesia, pudiéramos compartir muchos mensajes de esperanza y fe.
Todo lo sucedido me hizo acordar a una cita hermosa que aparece en El colportor evangélico: “A plena luz del día, y al oír la música de otras voces, el pájaro enjaulado no cantará lo que su amo procure enseñarle. Aprende un poquito de esto, un trino de aquello, pero nunca una melodía entera y definida. Cubre el amo la jaula, y la pone donde el pájaro solo oiga el canto que ha de aprender. En la oscuridad lo ensaya y vuelve a ensayar hasta que lo sabe, y prorrumpe en perfecta melodía. Después el pájaro es sacado de la oscuridad, y en lo sucesivo cantará aquel mismo canto en plena luz. Así trata Dios a sus hijos. Tiene un canto que enseñarnos, y cuando lo hayamos aprendido entre las sombras de la aflicción, podremos cantarlo perpetuamente” (p. 181).
Más allá de la situación en la que te encuentres hoy –en “encierro” o en total libertad–, recuerda que él tiene una canción para enseñarte, una canción en el corazón, una canción para la eternidad. ¿Cuál es tu canción?