Martes 12 de Octubre de 2021 | Matutina para Mujeres | Papá lleva la carga

Martes 12 de Octubre de 2021 | Matutina para Mujeres | Papá lleva la carga

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Papá lleva la carga

“El Señor me ha dicho: ‘Mi amor es todo lo que necesitas; pues mi poder se muestra plenamente en la debilidad’. Así que prefiero gloriarme de ser débil, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Cor. 12:9).

Hoy fui testigo de una escena realmente enternecedora. Acudí al banco para pagar unas cuentas y, mientras esperaba mi turno pa­ra ser atendida, observé a un padre con su hijo pequeño, de aproxi­madamente tres años de edad. Junto a los pies de ambos, había unas bolsas con víveres, lo que me hizo suponer que antes de ir al banco habían ido de com­pras al supermercado. Al terminar el trámite, el padre se levantó y comenzó a cargar las bolsas. El pequeño, al ver el esfuerzo de papá, tomó con sus pe­queñas manos una de las más pesadas. El padre sonrió, calculó el peso de la bolsa y, con amoroso cuidado, le dio la más pequeña. El niño iba feliz car­gando con su bolsa, pues estaba ayudando a su papá. Entonces, lo miró con singular inocencia y le preguntó: “Papá, ¿verdad que yo te ayudo y que llevo la bolsa más pesada?” Sonreí, mientras el padre asentía con la cabeza. 

Entonces, sin poder evitarlo, pensé en mi Padre celestial y recordé su promesa maravillosa, con la que nos asegura que nunca nos dará más de lo que podemos soportar. El padre humano que yo tenía ante mis ojos, con mu­cha sabiduría, no dejó exento a su hijo de llevar una carga, aunque la puso al nivel de sus capacidades. Lo mismo sucede con nosotros y con nuestro Padre celestial. En momentos de sufrimiento y dolor, de problemas y adversidades, pedimos a Dios que nos los quite; en muchas ocasiones, esto no ocurre y nuestra fe flaquea, pero su promesa permanece inalterable. Dios nunca nos dejará solas; él es fiel a su promesa y quiere que, en momentos de angustia, dependamos de su presencia.

El niño que vi en el banco aquella mañana pudo poner a prueba su capa­cidad de soportar un peso, bajo la mirada amorosa de su padre, y se mostraba satisfecho. En medio de la prueba, nosotras también podemos experimentar el poder de Dios, que se compadece de nuestras debilidades y nos sostiene con inmenso amor y cuidado.

Nunca podemos llegar a ser más fuertes en Cristo que cuando nos sentimos débiles. Porque su amor es todo lo que necesita­mos; su poder se muestra plenamente en nuestra debilidad.

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