Matar a la gallina – parte 1
“Mi reino no es de este mundo” (Juan 18:36).
Durante más de doscientos años, los Estados Unidos han mantenido un estricto muro de separación entre la iglesia y el estado. Este muro ha protegido 1) a la religión de la influencia del gobierno, y 2) al pueblo de una religión corrompida por el poder. Estados Unidos siempre ha garantizado el derecho de sus ciudadanos a elegir y ejercer públicamente sus creencias, lo que ha contribuido a afianzar la fe de muchos.
En 1776, esta nación era sorprendentemente secular. Se necesitó verdadera libertad religiosa, y que esta se impusiera, para que la gente se animara a asistir a la iglesia nuevamente. Con el renacer religioso masivo que tuvo lugar a principios del siglo XIX, conocido como el Segundo Gran Despertar, la gente volvió en masa a la práctica de la religión, y surgieron nuevas denominaciones. Sin embargo, poco después de la Revolución, los cristianos conservadores comenzaron a sentirse incómodos con un gobierno estrictamente secular. Consideraban que esa gran nación debía reconocer oficialmente la autoridad de su gran Dios. Algo que les molestó particularmente fue la orden emitida por el gobierno en 1810 de entregar el correo los domingos. ¿Cómo podía el gobierno profanar el domingo, el “día del Señor” (creían ellos), entregando cartas? Lo que realmente les preocupaba era que la gente se estuviera reuniendo en las oficinas de correos (que se habían convertido en lugares concurridos en los primeros pueblos pequeños de los Estados Unidos) en lugar de asistir a la iglesia.
Los líderes cristianos protestaron fuertemente contra lo que consideraban un sacrilegio, hasta que finalmente, en 1828, la Comisión del Senado para la Oficina de Correos y Correos de Caminos se ocupó del asunto. Presidida por el devoto bautista Richard Mentor Johnson, un senador de Kentucky que más adelante se convertiría en vicepresidente bajo el mandato presidencial de Martin van Buren (1837-1841), la comisión examinó cuidadosamente el tema.
El 19 de enero de 1829, Johnson informó del asunto al Congreso. Al abrir el informe, comenzó por reconocer que guardar un día de descanso semanal era un principio de vida para muchos. “Sin embargo, debería tenerse en cuenta que el objetivo principal del gobierno es garantizar que todos los ciudadanos disfruten de sus derechos civiles y religiosos, y no determinar si se debe estimar un día por encima de otro, o si todos los días se deben considerar igualmente santos”.
Continuará…