¿Hijo de Abraham?
“Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:9, 10).
Otro de mis relatos favoritos de las Escrituras es la conversión de Zaqueo (Luc. 19:1-10), un hombre rico que, según las Escrituras, trabajaba como jefe de los cobradores de impuestos, y que cuando se enteró de que Jesús pasaría por Jericó, se trepó a un árbol para poder verlo. Hay varias preguntas que se derivan de este relato.
En primer lugar, ¿cómo podía Zaqueo ser rico con el salario de un cobrador de impuestos? La respuesta que Juan el Bautista dio a unos cobradores de impuestos que pidieron ser bautizados nos da la pista. Les dijo: “No cobren más de lo que deban cobrar” (Luc. 3:13). ¿Por qué los exhortó a no cobrar más de la cuenta? Porque en esos tiempos los cobradores de impuestos acostumbraban a quedarse ilícitamente con parte del dinero.
En segundo lugar, ¿qué razones tan poderosas indujeron a Zaqueo a correr y treparse a un árbol, acciones a todas luces impropias para un hombre de su posición? Lo que ocurría era que “Zaqueo había oído hablar de Jesús”, y se había enterado de que el Señor “se había comportado con bondad y cortesía para con las clases proscritas”. Entonces se despertó en él el anhelo de una vida mejor (El Deseado de todas las gentes, p. 506).
En tercer lugar, ¿cómo es que Jesús llama a Zaqueo por nombre sin que se hubieran conocido antes? La respuesta, en parte, está en el párrafo anterior. Jesús ya conocía a Zaqueo, y sabía de la obra que el Espíritu Santo estaba realizando en su corazón. Por ello, y porque nuestro Señor vino “a buscar y a salvar lo que se había perdido”, corrió el riesgo que suponía asociarse con un hombre repudiado por el pueblo. Además de hospedarse en su casa, lo reconoció como hijo de Abraham y le otorgó el don de la salvación (ver Luc. 19:9, 10). ¡Más no se puede pedir!
¿Quieres, al igual que Zaqueo, “ver” hoy a Jesús? Pues, de acuerdo con lo que hemos leído hoy, puedes confiar en que antes de que tú lo busques, el Señor te buscará; y antes de que lo llames, él te llamará. No importa cuán oscuro haya sido tu pasado, él con gusto te perdonará si, al igual que Zaqueo, le permites entrar en tu hogar y en tu corazón.
Gracias, Jesús, porque no te avergüenzas de ser mi amigo. Sobre todo, gracias porque entre tu reputación y mi salvación, escogiste mi salvación.