Agradecidos y comprometidos
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo” (Hebreos 1:1, 2).
La carta a los Hebreos consiste, esencialmente, en un contraste entre los símbolos por los cuales Dios presentó el plan de la salvación al pueblo escogido en los tiempos del Antiguo Testamento y la realidad del ministerio de Cristo en favor de los pecadores desde la Cruz, y un contraste entre el Santuario y el sacerdocio terrestre y el celestial.
En el capítulo 1 se presenta a Cristo como el elegido y como el superior.
Es el elegido para ministrar en cuatro áreas muy importantes: La Revelación, la Creación, la Representación y la Purificación.
Y es presentado como aquel que es superior a los ángeles en tres aspectos importantes: es superior en su relación con el Padre, es superior con respecto a su reinado y es superior con respecto a su recompensa.
Así, el Padre dijo que colocará a sus enemigos bajo sus pies. Y esto muestra la naturaleza total de su poder y de su reinado. Jesucristo es la imagen del Padre. Él estuvo entre nosotros, mostrando el carácter y las verdaderas intenciones del Padre. Por eso, nuestro compromiso es con Cristo, nuestra relación es con Cristo y nuestro encuentro glorioso pronto será con Cristo.
Mientras estudiaba Teología, hice una visita pastoral a los Mack, una familia adventista que vivía en una zona rural. Ellos eran activos y fieles en la causa del Señor. Recuerdo muy bien lo emocionada que estaba la hija menor de la familia, Nancy. Visitantes indeseados habían entrado en la chacra y, entre otras, cosas robaron un cordero que pertenecía a Nancy.
Con su tristeza a cuestas, pocos días después, caminado por la ciudad, descubrieron que su cordero estaba a la venta. Ella dijo: “Es mío, vamos a llevarlo”. El papá argumentó que ya no le pertenecía, pero que había una salida. Así, entró en el negocio, puso sus manos en sus bolsillos, sacó dinero y compró el cordero. De regreso en la casa, Nancy estaba muy feliz. “Este cordero es mío porque lo criamos, lo mantuvimos y ahora lo compramos”, dijo.
Pablo dice que pertenecemos al Señor porque él nos hizo, nos sostiene y no dejó sus manos en los bolsillos. Al contrario, las extendió en la Cruz para pagar el precio de nuestro rescate. Este hecho muestra a viva voz su amor infinito hacia cada uno de nosotros. Vivamos hoy agradecidos y comprometidos.