Martes 21 de Junio de 2022 | Matutina para Adultos | “Tú eres el dueño de todo”

“Tú eres el dueño de todo”

“En verdad, [Señor] tú eres el dueño de todo, y lo que te hemos dado, de ti lo hemos recibido” (1 Crónicas 29:14, NVI).

Ana, la esposa de Elcana, era estéril, y vivía en una sociedad en la que la mujer que no podía tener hijos era considerada bajo el desagrado de Dios. Para añadir mayor amargura a su copa, Elcana tenía otra esposa, de nombre Penina, quien no solo le había dado hijos a Elcana, sino además no perdía oportunidad para molestar a su rival. Por todas estas amarguras, Ana lloraba, y no comía.

Sin embargo, un día las cosas cambiaron. Elcana y su familia habían viajado al Tabernáculo para adorar. Estando ahí, Ana oró a Dios e hizo un voto, diciendo: “Señor Todopoderoso, si te dignas mirar la desdicha de esta sierva tuya y, si en vez de olvidarme, te acuerdas de mí y me concedes un hijo varón, yo te lo entregaré para toda su vida” (vers. 10, 11, NVI). ¿Y sabes qué? ¡Dios hizo el milagro! “Ana concibió y, pasado un año, dio a luz un hijo y le puso por nombre Samuel, pues dijo: ‘Al Señor se lo pedí’ ” (vers. 20, NVI).

Dios hizo el milagro, ¡y ella cumplió su voto! Cuando llegó el tiempo de presentar al niño, Ana y su esposo llevaron al niño Samuel a Silo, lo trajeron ante Elí, y Ana le dijo al sacerdote: “Este es el niño que yo le pedí al Señor, y él me lo concedió. Ahora yo, por mi parte, se lo entrego al Señor. Mientras el niño viva, estará dedicado a él” (vers. 27, 28, NVI).

¿No es esto maravilloso? Cuando Ana finalmente tiene al hijo de sus sueños, ¡se lo entrega a Dios! Al igual que el Padre celestial dio a su amado Hijo, ella entregó su mayor tesoro. ¿No hay aquí una preciosa lección para nosotros? ¡Colocar en las manos de Dios nuestro mayor tesoro, de modo que él lo use para su gloria!

¿Cuál es tu mayor tesoro? ¿Te atreverías a colocarlo en las manos de Dios en este instante? Puedes entregarlo sin temor porque, si lees el final de esta historia, te enterarás de que el Señor la bendijo, y “ella concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas” (1 Sam. 2:21, NVI).

¡Las cosas que hace Dios! ¡Nunca podrás dar a Dios más de lo que él te da!

Oh, Señor, ¿qué puedo darte que tú no me hayas dado antes? En este momento, y con el mayor gozo, pongo en tus manos mis más preciosos tesoros. ¡Úsalos para la gloria de tu nombre!

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