«Un milagro para mí»
«Hasta ahora, ustedes no han pedido nada en mi nombre; pidan y recibirán, para que su alegría sea completa». Juan 16: 24
Nathaly apenas tenía ocho años, pero ya entendía la importancia de la oración. Uno de los momentos más tristes de su niñez fue cuando le salió un forúnculo en su espaldita. Los dolores eran intensos, casi no podía estar sentada, tampoco parada y mucho menos acostada. Al principio le aplicaron remedios caseros hasta agotarlos, sin ningún resultado. Era urgente una cirugía para sacarlo de raíz. Sentía pánico, aunque fingía que todo estaba normal.
Una mañana, durante el culto, el predicador habló de la importancia de orar. Aquella mañana tomó la decisión de evitar la cirugía. Decidió pedírselo a Cristo de manera persistente, se acercó a una ventana desde donde podía ver el cielo y comenzó a orar. Le expresó el sufrimiento que había soportado con ese forúnculo en su espalda. Le dijo que sentía pánico por el dolor que le produciría el procedimiento quirúrgico. Entonces le suplicó con llanto que la sanara, que fuera su médico, que le quitara esa horrible afección, que lo hiciera sin dolor, que le evitara ir al médico.
Al día siguiente su madre la despertó y la mandó a bañar para ir al médico, pero ella sabía que Dios le había regalado su milagro. Con temor tocó la parte afectada y cuán grande sería su sorpresa. ¡El horrible y doloroso monstruo seguía allí! Quiso llorar, la incredulidad y el desaliento amenazaron con entrar a su corazón, pero ella decidió creer. «Sé que tienes un milagro para mí», dijo y se levantó para bañarse. Abrió el grifo y el agua empezó a correr por todo su cuerpo. Le pareció tan delicioso que quiso prolongarlo. Entonces su mami vino donde estaba para advertirle que era tarde. Cuando entró quedó asombrada porque toda el agua que trataba de irse por el desagüe estaba teñida de rojo. Era sangre y salía del cuerpo de la niña.
Cuando Nathaly vio la cara de susto de su madre, comenzó a llorar, pensando que algo malo estaba ocurriendo. Entonces se percató de que sus pies estaban metidos en un charco de sangre. Su mamá la revisó de pies a cabeza y supo lo que había pasado.
El forúnculo había salido completamente, como si una mano invisible lo hubiese exprimido sin que ella experimentara el más mínimo dolor. La tristeza de la niña desapareció, su fe en Cristo se afirmó. Su gozo se hizo completo. @Jesús te dice hoy: «Yo quiero completar tu gozo, pídeme lo que necesitas».
Ke lindo bello es el poder de Dios por eso pido me ayuden tengan en oración ami hija Surieth Marbella ríos torres por liberación