El zigzag espiritual
“El camino de los justos es como la luz de un nuevo día: va en aumento hasta brillar en todo su esplendor” (Prov. 4:18).
Cuando yo tenía dieciséis años, el director de Jóvenes nos pidió que representáramos nuestro viaje espiritual a través de una gráfica. Se suponía que debía ser un zigzag, no una línea recta hacia arriba. Yo no lo sabía (ni, en aquel entonces, lo entendía). He tenido la fortuna de contar con padres inteligentes que me han permitido crecer a mi propio ritmo. Al hacer la gráfica, me parecía que conocía a Jesús un poco mejor cada día y que no me había portado mal últimamente.
Los años que he vivido desde entonces han tenido altos y bajos. El camino por el que Dios me ha llevado no es el que yo habría elegido. Cuanto más me acerco a Dios, más inescrutable se me hace. Cuando pareciera que me está llevando en una dirección, de repente todo cambia. A veces prepara una mesa delante de mí, pero no puedo comer de ella; o me esfuerzo intentando alcanzar ciertas metas, para terminar mirando de lejos el objetivo.
Viene a mi mente esta cita de The World’s Last Night and Other Essays, de C. S. Lewis: “He visto muchas respuestas asombrosas a oraciones, que más de una vez me parecieron milagrosas. Pero por lo general, ocurren al principio, antes de la conversión, o poco después de ella. A medida que se avanza en la vida cristiana, esas respuestas tienden a ser más raras. En cambio las respuestas negativas no solo se vuelven más frecuentes, sino más enfáticas.
“¿Significa esto que Dios abandona a sus siervos fieles? Bueno, el más grande de todos sus siervos dijo, cuando iba a morir en la cruz: ‘¿Por qué me has abandonado?’ Cuando Dios se hizo hombre, ese hombre fue el menos consolado por Dios en su mayor necesidad. Este es un misterio que, aunque pudiera, no tendría el coraje de investigar. Así que, cuando en contra de toda esperanza y probabilidad Dios contesta las oraciones de personas insignificantes como nosotros, es mejor no sacar conclusiones apresuradas para nuestro propio beneficio. Si fuéramos más fuertes, podríamos ser tratados de una manera menos considerada. Si fuéramos más valientes, podríamos ser enviados, con mucha menos ayuda, a defender posiciones más difíciles en la gran batalla” (pp. 10, 11).
A pesar de lo que los televangelistas a veces puedan decir, la vida cristiana no siempre es un camino de rosas. A veces hay que recibir golpes. Pero la gracia siempre estará a nuestro alcance.