Los solteros no son leprosos
“Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza” (Jer. 29:11).
Desde la última vez que vi a Rob, un compañero mío de primaria, le nacieron dos niñas. La mamá de Rob a veces lleva a las niñas a la iglesia a la que yo asisto. El sábado pasado, se sentaron en la banca donde estaba sentada mi familia, y la madre de Rob se me acercó y me preguntó cómo estaba. Me habló un poco sobre su hijo y luego me preguntó: “Y tú, ¿ya te casaste?” Supongo que es una pregunta normal; después de todo, ya pasé la “edad de casarme”; es decir, tengo veintisiete años. Soy prácticamente una solterona, ¿no es así? Traté de no reírme (en realidad no estoy preocupada en casarme ahora mismo), y le dije: “No, no me he casado”. Ella asintió y, con la frente arrugada, dijo: “Bueno, eso está bien. Dios también tiene un plan para los solteros”.
Sé que no lo dijo con mala intención, pero durante dos semanas sentí que mi soltería estaba siendo observada con lupa en la iglesia. El sábado anterior, el pastor había bromeado sobre los solteros durante el sermón y ahora sucedía esto. Así que, una vez más, intentaré disipar este mito: los solteros no somos leprosos. ¡Así como lo lees!
Aunque el mundo e incluso los miembros de la iglesia vean raro a los solteros, yo me siento satisfecha con mi estado civil. No quiero estar con alguien solo por tener a una persona a mi lado. Si decido casarme, será porque conocí a alguien realmente especial y porque siento que es lo correcto. Ni el mundo ni la iglesia pueden decirnos lo que hace a una persona completa.
Si el plan de Dios para mi vida no incluye el matrimonio, lo aceptaré con gusto. Él sabe lo que es mejor para mí y confío en él plenamente. No viviré de otra forma que no sea a su manera.
KC