
Una vida con esperanza
“Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Romanos 15:13).
Estaba sentado sobre las piedras milenarias cerca del Circo Máximo en Roma mientras el cielo comenzaba a pintarse con los primeros colores del alba. En ese lugar impregnado de historia, se me acercó un joven local, con una mirada que indicaba que había visto muchas cosas a pesar de su corta edad.
Se presentó como Marco, un apasionado de la historia.
-Mira -dijo, señalando las ruinas-. Este lugar está repleto de historias de antes, pero también me recuerda algo mucho más potente: la esperanza.
Sacó su teléfono móvil, realizó una corta búsqueda y me mostró Romanos 15:13: “Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz […], para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo”.
Marco compartió conmigo su historia y me contó cómo su vida había dado giros inesperados en varias ocasiones. Pero lo que siempre lo mantenía en pie era esa esperanza firme que encontró en su fe, esa fe que lo llena de contentamiento y tranquilidad, incluso cuando parece reinar el caos.
-La esperanza de la que nos habla Pablo no es pasiva, no es solo palabras -explicó con entusiasmo-. Es algo que nos impulsa y nos llena hasta rebosar, al punto de que terminamos compartiéndola con otros. Se convierte en el motor y el sello de nuestra vida.
Con cada palabra, el antiguo circo parecía llenarse de vida, y pude imaginar la emoción y la pasión de los que estuvieron allí en el pasado. Pero Marco me recordaba que, más allá de la historia, la esperanza sigue vigente.
-Vivir con esperanza es reconocer que, a pesar de las vueltas de la historia y de nuestra propia existencia, hay algo que no cambia y que nos mantiene con la mirada al frente – concluyó-. Ese algo es Dios, el creador de la esperanza. Su fuerza no está limitada al pasado; está aquí con nosotros y nos impulsa hacia adelante.
Nos despedimos mientras la noche se desvanecía ante el nuevo día. Me alejé del Circo Máximo caminando con el corazón un poco más ligero. La esperanza de la que Marco habló no era una reliquia del pasado; estaba viva, presente y tan tangible como las piedras que me rodeaban.
Oración: Lléname, Señor, de tu alegría y paz mientras enfrento los desafíos de la vida.