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Canten al Señor, habitantes de toda la tierra; anuncien día tras día su salvación.
1 Crónicas 16:23
¿Cuál fue la última canción que escuchaste? ¿Cómo te hizo sentir? Se han realizado varios estudios sobre los efectos de la música en el cuerpo humano. La doctora Sabrina Fernández ha demostrado que existe una relación entre la exposición a la música y los cambios en el habla, en el desarrollo del lenguaje, en las habilidades matemáticas, en la alfabetización e incluso, en la anatomía del cerebro.
Otros estudiosos (Cutrufello es uno de ellos) han llegado a la conclusión de que escuchar música mejora el rendimiento en los ejercicios anaeróbicos, y también mejora la resistencia muscular, además de ayudar a disminuir la frecuencia cardíaca después del ejercicio.
La música es un poderoso instrumento que ya existía antes de que nuestro mundo fuera creado. Al hablar con Job, Dios dijo que, mientras creaba la Tierra, «cantaban a coro las estrellas de la aurora entre la alegría de los servidores celestiales» (Job 38: 7). El pueblo de Israel entonó un canto de alabanza a Dios después de cruzar milagrosamente el mar Rojo (Éxodo 15: 1), y la alabanza a través de la música formaba parte del culto en el Templo de Jerusalén (1 Crónicas 25).
Elena G. de White describe que, antes de que comenzara el ministerio de Jesús, «a menudo los moradores de Nazaret oían su voz que se elevaba en alabanza y agradecimiento a Dios» (El Deseado de todas las gentes, cap. 7, p. 56).
Sin embargo, no toda la música nos hace bien. La música puede ser un poderoso instrumento tanto PARA EL BIEN como PARA EL MAL, pudiendo llevarnos más cerca del cielo o arrastrarnos hacia el pecado. Así que, detente un momento y analiza tu lista de reproducción.
¿Te atreverías a compartirla con Jesús? ¿O las canciones que contiene exaltan el pecado y te alejan de Dios? Ora y pídele a él que te ayude a elegir bien lo que has de escuchar, para QUE TU LISTA DE REPRODUCCIÓN SEA UN PODER PARA EL BIEN, proclamando la salvación día tras día.