Compañero de batallas
“Un día, estando Josué cerca de Jericó, vio delante de él a un hombre con una espada en la mano. Josué se le acercó y le preguntó: ‘¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?’ ” (Josué 5:13).
Los hijos de Israel cruzaron el río Jordán y entraron en la Tierra Prometida. Moisés no estaba allí para guiarlos. Josué, el nuevo líder, los ayudó a preparar su primera gran batalla sin Moisés. ¿Qué pensamientos pasaban por la mente de Josué? ¿Cómo te sentirías si te nombraran dirigente de un pueblo tan numeroso y complicado? Josué tenía la responsabilidad de guiar al pueblo a confiar en Dios. Pero primero, él mismo tenía que entender lo que eso significaba.
En los versículos de hoy, leemos que alguien se le apareció a Josué antes de la batalla. No sabía quién era. Luego preguntó: “ ‘¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?’ El hombre respondió: ‘Vengo como jefe del ejército del Señor’ ” (Josué 5:14).
¿Sabes lo que hizo Josué? ¡Se postró y lo adoró! Este Hombre era realmente Jesucristo, Dios mismo, en carne y sangre. Aceptó la actitud de Josué, porque Jesús es digno de adoración. Un ángel o un gran apóstol no aceptarían la adoración, pero el Comandante del ejército del Señor sí lo hizo.
¿Qué significa saber que tienes al Comandante del ejército del Señor peleando a tu lado en la batalla? El ejército del Señor es tan poderoso como el mismo Dios. Josué sabía que, si el ejército de Dios peleaba con ellos, no podían perder.