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«Hijo de hombre, te voy a enviar a los israelitas. Es una nación rebelde que se ha rebelado contra mí… Te estoy enviando a un pueblo obstinado y terco, al que deberás advertirle: ‘Así dice el Señor y Dios’. Tal vez te escuchen, tal vez no, pues son un pueblo rebelde; pero al menos sabrán que han tenido un profeta entre ellos» (Ezequiel 2:3-5).
Imagínate estar en el lugar de Ezequiel, un joven profeta elegido por Dios para entregar sus mensajes a los israelitas rebeldes. Su vida sirve como un ejemplo inspirador de cómo Dios puede usar a adolescentes y adultos jóvenes para lograr cambios y restauración, incluso en tiempos difíciles.
Llamado divino. Al igual que Ezequiel, nosotros, como jóvenes, tenemos un llamado divino a compartir el mensaje de esperanza y transformación de Dios con el mundo que nos rodea. Nuestro papel es representarlo a él y a su verdad fielmente, incluso cuando enfrentemos resistencia. Ezequiel 36:26 nos dice lo que promete Dios: «Les daré un nuevo corazón y derramaré un espíritu nuevo entre ustedes; quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen y les pondré un corazón de carne».
Visiones de esperanza. La visión de Ezequiel de los huesos secos que cobran vida (ver Ezequiel 37) simboliza el poder de Dios para restaurar y traer nueva vida incluso en las situaciones más difíciles. Como jóvenes creyentes, podemos aferrarnos a la promesa de Dios de renovación y transformación.
Arrepentimiento y restauración. Ezequiel enfatizó la importancia de la responsabilidad personal y la
necesidad de arrepentimiento. Este principio nos enseña que la verdadera restauración y el cambio comienzan con reconocer nuestros errores, volvernos a Dios y buscar su gracia transformadora.
El ministerio profético de Ezequiel es un recordatorio de la fidelidad de Dios y su capacidad para restaurar incluso las situaciones más quebrantadas y rebeldes. Nuestro papel, como jóvenes creyentes, es compartir fielmente el mensaje de Dios, aferrarnos a sus promesas de renovación, y fomentar el arrepentimiento y la restauración.
Oración: Padre celestial, así como usaste a Ezequiel para traer esperanza y restauración a una nación rebelde, úsame a mí y a los jóvenes de esta generación para transmitir tus mensajes de transformación y renovación a los necesitados.