Limpio de verdad
“¡Lávame de mi maldad! ¡Límpiame de mi pecado!” (Salmo 51:2).
Puedes cepillarte los dientes con cuidado, realizando movimientos circulares y prestando especial atención a la parte de atrás. Luego, puedes incluso usar un enjuague bucal para terminar. Cuando te miras al espejo y sonríes, piensas: “¡Está limpio!” De ninguna manera: si no usas hilo dental, tus dientes no estarán realmente limpios. ¿Conoces esa pequeña suciedad que no ves? ¿La que no quita el cepillo? Solo usando hilo dental lograrás deshacerte de ella.
Muchas veces hacemos cosas malas y queremos corregirlas superficialmente, por arriba solamente. Cambiamos algunas actitudes, nos disculpamos por tratar de solucionarlas, pero no eliminamos lo que está mal de una vez por todas. ¿Has hecho esto? ¿Te gustaría cambiar y sentirte limpio? Dios es el único que puede purificar nuestro corazón y perdonarnos. Ve cada error, incluso el que nadie conoce.
Deja que Dios limpie tu vida de todo mal e impureza. Con él, y solo con él, serás verdaderamente limpio.