P-A-Z
“Les dejo la paz. Les doy mi paz, pero no se la doy como la dan los que son del mundo. No se angustien ni tengan miedo” (Juan 14:27).
Para ti, ¿cómo sería estar en paz? ¿Una cama cómoda en una habitación tranquila, una hamaca colgada entre los árboles, una silla de playa frente al mar? ¿O quedarse en casa haciendo nada, poder dormir hasta tarde y estar de vacaciones? La palabra “paz” puede recordarnos todas estas cosas y muchas más, asociadas a la tranquilidad, la armonía, la quietud, el descanso o el silencio.
Si te detienes a pensarlo, verás que momentos como este son cada vez más raros. Estamos siempre apurados, agitados e impacientes. ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste en paz?
La verdad es que, incluso en los días más tranquilos, es difícil sentirse completamente en paz. Esto se debe a que la paz que ofrece el mundo no es real; es solo algo momentáneo, con fecha de vencimiento. De un momento a otro, todo puede cambiar, y lo que parecía un día de cielo azul se convierte en una gran tormenta.
En cambio, Dios nos ofrece una paz duradera y completa. Solo esta paz es capaz de calmar nuestro corazón y hacernos dormir tranquilos, aunque caiga una lluvia de problemas sobre nuestro techo.
¿Qué te ha quitado la paz? ¿Algún problema en la escuela o en la familia? Tal vez, alguna preocupación por el dinero o la salud… No importa cuál sea la razón, Dios dijo que no debemos tener miedo, porque él nos dará paz. Dile lo que te ha quitado la paz. Él puede resolverlo todo. Pregunta y confía.