Privilegiados
«Den gradas a Dios por todo, porque esto es lo que él quiere de ustedes como creyentes en Cristo Jesús» (1 Tesalonicenses 5:13).
TARDÉ UN TIEMPO EN COMPRENDER QUE SOY MUY PRIVILEGIADA. Esto se debe a que mi familia vivió la típica historia de muchos. Mi padre salió del campo y trabajó desde muy joven. Mi madre también tuvo que trabajar bastante; muchas veces en dos empleos. Recuerdo que hasta mis 13 años mi familia no tenía casa propia. Cuando comenzamos a construir nuestra casa, no teníamos dinero para terminarla. La casa no tenía muros, ni ventanas, ni piso, ni siquiera un techo listo. Todo fue improvisado con lonas y restos de madera. Aun teniendo tan poco, nuestra casa fue asaltada varias veces, porque el lugar donde vivíamos era muy peligroso.
Nuestra historia fue de mucha lucha y, al vivir en estas circunstancias, era fácil para mí pensar que no tuve privilegios. Pero a lo largo de los años he aprendido lo importante que es tener un corazón agradecido. Hay un ejercicio muy interesante que se llama «Caminata de los privilegios». Puede ayudarnos a entender un poco más la gratitud. Yo ya lo he hecho. ¿Quieres intentarlo? Funciona así: un grupo de personas se pone en fila y, a partir de una lista de frases que menciona varios privilegios o la falta de ellos, la persona debe caminar hacia delante o hacia atrás, respectivamente, en función de si ha tenido o no esos privilegios en su vida.
- Si tienes comida en casa, da un paso hacia adelante.
- Si has tenido que dejar de estudiar para ayudar en casa, da un paso atrás.
El ejercicio de esta caminata me mostró que, a pesar de las luchas, tenía muchos m otivos para sentirme agradecida.
¿Eres capaz de reconocer tus privilegios? Hoy tengo un techo sobre mi cabeza, buena ropa que ponerme, comida cada vez que tengo hambre… ¡Son tantas las bendiciones! ¡Soy verdaderamente privilegiada!