¿Qué título le pondrías a la lectura de hoy?
“Por tu amor, oh Dios, ten compasión de mí; por tu gran ternura, borra mis culpas” (Salmo 51:1).
Las cámaras revelaron la verdad: se podía ver a María saliendo última de la habitación y escondiendo entre su ropa el celular que acababa de robar de la mochila de un compañero.
Cuando la llamaron a la dirección, ella negó lo que había sucedido. Recién después de que el director le mostrara las imágenes, asumió la culpa y devolvió el teléfono celular.
–¡No quise actuar así! –confesó la joven, llorando desconsoladamente–. ¡Sé que no está bien! Necesito ayuda.
Entonces, el director dijo algo sorprendente:
–María, tomaste algo que no debías y mentiste. Hay dos infracciones graves. Por supuesto, Dios no está complacido con eso, y nosotros tampoco. ¡Pero Dios te ama tanto! Y, como yo, él espera que trates de llevarte bien con los otros estudiantes. Llamaré al dueño del teléfono celular. ¿Qué vas a hacer?
–Pedirle perdón.
–¡Correcto! Como has demostrado arrepentimiento y voluntad de cambio, permítenos ayudarte.
Si el ser humano es capaz de ser misericordioso, Dios lo es aún más. Su misericordia y su amor van de la mano. Somos pecadores y no merecemos otra oportunidad, pero Dios nos ofrece esa oportunidad.
¿En qué te has equivocado? ¿Cuáles son tus debilidades? ¿Cuál es tu mayor pecado? Valora la oportunidad que Dios te da, busca actuar correctamente siempre y, cuando puedas, muestra paciencia y misericordia hacia los demás también.