El gran médico
“Él sana a los que tienen roto el corazón, y les venda las heridas” (Salmo 147:3).
Cuando estudiamos el cuerpo humano, se puede ver que desde el principio Dios tenía un plan de sanidad. ¿Quieres un ejemplo? El ojo. Tan pronto como una basurita entra en él, se forman las lágrimas para expulsar al intruso que está lastimando esta parte sensible del cuerpo.
¿Más ejemplos? ¿Alguna vez te has cortado o has recibido algún rasguño? Claro que sí. Cuando esto sucede, la sangre se coagula en el sitio y forma una capa protectora. ¡Es el comienzo de la curación! ¿Y qué de nuestros glóbulos blancos, que son soldados que luchan contra las infecciones que dañarían nuestro cuerpo? Todo esto fue planeado por Dios, el Médico de los médicos.
Pero ¿por qué algunas personas no tienen la bendición de la sanidad, incluso después de que una iglesia entera o innumerables personas hayan orado por ella? Porque la curación sucede de acuerdo con la voluntad divina. En el mundo experimentamos aflicciones, enfermedades y, a menudo, no hay cura, ni siquiera para el cristiano fiel. En esos momentos, debemos recordar la promesa de Dios de prepararnos un lugar donde no habrá más lágrimas, dolor, enfermedad o muerte. Nuestro cuerpo estará libre de estas cosas de una vez por todas, para honra y gloria de Dios, el gran Médico.