¿Sí, no o espera?
“Llámame y te responderé, y te anunciaré cosas grandes y misteriosas que tú ignoras” (Jeremías 33:3).
Jairo aún no lo sabía, pero su hija había muerto. Estaba tratando de que Jesús se apresurara para ir y sanarla. Sin embargo, algunas personas lo encontraron, le dijeron que era tarde y que ya no necesitaba molestar al Maestro. ¡Qué baldazo de agua fría! ¡Qué desesperanzador fue descubrir que era demasiado tarde! ¡Qué triste saber que tu niña ya no respira! Un absurdo anhelo ya se estaba apoderando de su corazón cuando Jesús le pidió solo dos cosas: “No temas y confía”.
Ese día, la familia de Jairo fue testigo de un maravilloso milagro: la resurrección de la niña. Vida.
Ahora, ¿qué tal esta otra historia bíblica? Jacob, ese hombre temeroso de Dios, estaba radiante. Era la segunda vez que ella, su amada Raquel, le daba un hijo. Aquella por la que había trabajado durante catorce años estaba a punto de darle nuevas alegrías. Pronto Jacob supo que el parto estaba siendo muy difícil. Finalmente nació el niño, pero entonces Raquel murió. ¡Que tristeza!
Ese día, la familia de Jacob fue testigo de un momento terrible: la pérdida de su amada Raquel. Muerte.
¿Por qué, Dios? ¿Por qué le pasan cosas malas a la gente buena? Jacob no tenía esa respuesta, y nosotros tampoco. Sin embargo, en lugar de rebelarse, Jacob eligió confiar en Dios.
A veces Dios dice: “Sí”; a veces, dice: “No”; otras veces, dice: “Espera”. Siempre debemos confiar en él, pues todo lo que suceda será para su gloria y para bendecir nuestra vida.
¿Siempre hablas con Dios? ¿Cómo ha respondido él a tus últimas oraciones? Cualquiera sea la respuesta, la mejor opción es confiar.