Disciplina
“El fruto del Espíritu es […] dominio propio” (Gálatas 5:22, 23, Nueva Versión Internacional).
Es posible que hayas oído hablar de Michael Phelps, el mayor campeón olímpico de todos los tiempos. Phelps suma la increíble marca de 22 medallas de oro en tres Olimpiadas disputadas. Es cierto que tiene una genética privilegiada para la natación, pero el principal motivo de su rotundo éxito es la disciplina.
Factores como dormir y despertarse en el momento adecuado, comer buena comida en la cantidad adecuada y en horarios establecidos, usar el tiempo sabiamente y reservar largos períodos para entrenar allanaron el camino para las victorias de Phelps.
En nuestra vida, también podemos lograr resultados similares. Para eso, necesitamos luchar contra nuestra propia naturaleza, que tiende a gustarle la pereza y huir de los desafíos. Por ejemplo, hay personas que se pasan horas con el celular en la mano, viendo videos e interactuando en las redes sociales. Mientras tanto, las actividades espirituales, las actividades escolares y el servicio en general quedan desatendidos. El éxito no cae del cielo; al actuar así, el fracaso es el único resultado que se puede esperar.
Llevar una vida disciplinada es vivir en equilibrio. Esto solo es posible si el Espíritu Santo nos guía. Él da su fruto, que entre otras cosas trae dominio propio. Aquellos que permiten que Dios domine su vida pueden controlarse a sí mismos y actuar de manera equilibrada y disciplinada. El resultado no es otro que la excelencia en todo.
Permite que el Espíritu Santo imparta disciplina y dominio propio a tu vida. ¿Quieres saber cuál será el resultado? Nadarás en las aguas del éxito.
