
«Llegando al lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: ‘Zaqueo, baja enseguida. Tengo que quedarme hoy en tu casa’ » (Lucas 19:5).
En la Biblia está registrado el relato de Zaqueo, un hombre rico y jefe de los publicanos. Aunque tenía éxito en el mundo material, Zaqueo sentía un vacío en su corazón. Su encuentro con Jesús le cambiaría la vida para siempre.
Cuando Jesús llegó a Jericó, Zaqueo estaba ansioso por verlo, pero debido a su corta estatura no podía divisarlo por encima de la multitud. Al final, su deseo de conocer a Jesús fue tan fuerte que decidió subirse a un árbol para verlo pasar.
Al llegar a ese lugar, Jesús levantó la vista y vio a Zaqueo en el árbol. Para sorpresa de todos, Jesús le habló directamente y le dijo que debía ir a su casa. Esta invitación inesperada sorprendió a Zaqueo y a todos los que lo rodeaban.
Zaqueo no solo sintió sorpresa por la atención directa que Jesús le dedicó, sino también se conmovió. Reconoció su necesidad de arrepentimiento y de transformación. En respuesta, Zaqueo se comprometió a dar la mitad de sus bienes a los pobres y a restituir cuatro veces más a aquellos a quienes había defraudado.
La historia de Zaqueo nos enseña que, cuando le abrimos el corazón a Jesús, él nos transforma profundamente. Zaqueo pasó de ser un hombre egoísta y codicioso a alguien dispuesto a dar generosamente y hacer las paces con aquellos a quienes había perjudicado.
Jesús vino a buscar y a salvar a los perdidos, y su encuentro con Zaqueo fue un testimonio poderoso de su amor y su gracia. Así también, cuando nos encontramos con Jesús y le damos lugar en nuestra vida, experimentamos una transformación profunda. Ojalá reflejemos en nuestras acciones y actitudes la humildad y la disposición de Zaqueo para cambiar y seguir a Jesús, sabiendo que solo él puede darnos salvación y transformación.
Oración: Querido Dios, ayúdame a abrirle el corazón a Jesús y a recibirlo en mi vida. Permíteme experimentar la transformación y la salvación que solo él puede darme.

