Matutina para Adultos | Domingo 03 de Diciembre de 2023 | “Y los reuniré”

“Y los reuniré”

“Yo los llamaré con un silbido y los reuniré, porque los he redimido” (Zacarías 10:8).

De acuerdo con el Grupo Barna es cada vez más común encontrarse con personas que afirman conocer al Señor, que están firmemente comprometidas con el Salvador, que poseen una fe sincera y, sin embargo, no quieren tener ningún vínculo con la iglesia. Se identifican como los que “aman a Jesús, pero no aman a la iglesia”. Estas personas consideran que se puede disfrutar de una estrecha relación con Cristo en tanto que se mantienen ausentes de la iglesia. A esos que dicen amar a Jesús pero no a la iglesia, el escritor Craig Groeschel los identifica como “cristianos ateos”, personas que pretenden amar a Dios pero sus vidas transcurren negando lo que Dios ha afirmado. ¿Se puede ser cristiano y repudiar la iglesia?

El Nuevo Testamento expresa con suma claridad que Jesús es el fundador de la iglesia. De hecho, el significado básico de la palabra ekklesia, de donde viene el español “iglesia”, es “asamblea o concurso de gente”.²³⁰ La iglesia, entonces, es una asamblea de gente; no alude a un individuo en solitario, sino a una colectividad. No existe cristianismo a menos que este se viva en conexión con otros. La esencia de la experiencia cristiana encuentra su clímax cuando “dos o tres se congregan”, porque el Señor está “en medio de ellos” (Mat. 18:20).

Como dijo San Juan de la Cruz en Dichos de amor 1:7, “el alma virtuosa que está sola […] es como el carbón encendido que está solo: antes se irá enfriando que encendiendo”. La iglesia es el instrumento que Dios ha establecido en esta tierra a fin de mantener encendida nuestra vida espiritual al estudiar, orar y fortalecernos los unos a los otros. Cuando una persona decide creer, su fe ha hecho que se una a la comunidad de creyentes que forman la iglesia de Cristo. Desde esta perspectiva, la iglesia es el conjunto de personas que se reúnen porque han escuchado el llamamiento divino y han recibido el mensaje de Dios; son aquellos que han prestado atención al llamamiento que nos invita a liberarnos de las ataduras del mundo. En la iglesia se cumple la promesa de Zacarías: “Yo los llamaré con un silbido y los reuniré, porque los he redimido” (Zac. 10:8).

Si has escuchado ese silbido, entonces ven a reunirte con los redimidos que se congregan en la iglesia.

230 Robert B. Girdlestone, Sinónimos del Antiguo Testamento (Barcelona: CLIE, 1986), p. 237.

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